Industria. La manufactura en Ronda, un nuevo porvenir
Durante el siglo XIX, tanto en el ámbito demográfico como económico, el perfil de Ronda presenta un marcado carácter de agrociudad, en la que las actividades industriales más que recibir tal apelativo se inscribían en una tradición artesanal.
La ciudad de finales del XIX se caracteriza por una mayor proletarización de los sectores campesinos que constituían un fuerte contingente de jornaleros, alejados de la propiedad de la tierra, que subsistían en precarias condiciones.
A principios de la centuria siguiente, Federico Lozano en su “Historia” comenta que la industria que había predominado en Ronda fue la de curtidos, aunque con la llegada del siglo XX decayó para dejar su lugar a las producciones de harina y aceite, siendo numerosos los molinos de lo primero con depósitos y fábricas.
También comenta la existencia de una fábrica de sombreros “montada a la moderna” y talleres de carpintería. La Ronda decimonónica mantenía fábricas de lienzo, chocolate, jabón, almidón, alfarería, vinos, etc., en definitiva, industrias menores de una actividad fundamentalmente agroalimentaria.
En el primer tercio del XX se desarrollaron diferentes industrias de fabricación de aceites, jabones, vinos y licores, así como productos cárnicos.
Por iniciativa de la duquesa de Parcent, que impulsó una escuela de artes y oficios, desde 1927 a 1932 funcionó un taller de alfombras de nudo, que permitió a la población joven encontrar un oficio y un modo de vida. También promocionó la carpintería artística, que dio lugar con el tiempo a varios talleres dedicados a la construcción de muebles, que se mantuvieron entre los productos más demandados durante varias décadas.
En 1956 la Caja de Ahorros de Ronda también creará el Taller de Obreras “Nuestro Padre Jesús”, con la intención de poner en marcha una industria de bordados de velos, mantillas y confección de alfombras.
Hacia mediados del siglo XX, destacaba la industria alimenticia, francamente desarrollada y con moderna maquinaria, en la que destacaban harineras, panificadoras, pastas alimenticias y chacinas. Existían también centros destinados a la metalurgia, aunque se carecía de hornos de fundición que podían proveer las piezas que las primeras se veían obligadas a conseguir fuera de la ciudad.
También a mediados del XX la Compañía Sevillana de Electricidad mejoró el salto de agua que explotaba en el Tajo, aumentando considerablemente la capacidad de producción de energía eléctrica que conseguía hasta entonces.
Las comunicaciones, mal endémico de la serranía de Ronda, siempre han jugado en contra de un desarrollo industrial óptimo de la zona. La falta de una abundante y adiestrada mano de obra ha sido un factor añadido que ha incrementado los efectos señalados.