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· DE LA REAL MAESTRANZA DE CABALLERÍA DE RONDA ·

Ronda, 4 de diciembre de 2024
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La inauguración de la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Ronda

Corría el año de 1785, el Siglo de las Luces y de la Ilustración avanzaba hacia el final y en Europa se abría un período de convulsiones sociales. Dos años antes el Tratado de Versalles había reconocido a los Estados Unidos y cuatro años después estallaba la Revolución Francesa. Ese mismo año se cruza el Canal de la Mancha en un globo aerostático de reciente invención, el conde de Floridablanca pone en marcha el primer censo español, funciona la primera máquina de vapor en Inglaterra y Carlos III aprueba los nuevos modelos del pabellón español para la Marina, base de la actual bandera española. Ronda vivía uno de sus momentos históricos de apogeo y transformación urbana.

Corría el año de 1785, el Siglo de las Luces avanzaba hacia su final y en Europa se abría un período de convulsiones sociales. Dos años antes el Tratado de Versalles había reconocido a los Estados Unidos, y cuatro años después estallaba la Revolución Francesa. Ese mismo año se cruza el Canal de la Mancha en un globo aerostático de reciente invención, el conde de Floridablanca pone en marcha el primer censo español, funciona la primera máquina de vapor en Inglaterra y Carlos III aprueba los nuevos modelos del pabellón español para la Marina, base de la actual bandera española. Ronda vivía uno de sus momentos históricos de apogeo y transformación urbana.

El 19 de mayo de hace 235 años se inauguró de forma oficial la Plaza de Toros de Ronda de su Real Maestranza de Caballería. Los festejos conmemoraban los trescientos años de la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos. La expectación era máxima, dejadas atrás las dificultades y el luctuoso suceso del año anterior. Bajo la presidencia de Bartolomé Félix de Salvatierra, Teniente de Hermano Mayor de la Maestranza, en representación del Hermano Mayor, el Infante Gabriel de Borbón, cuyo retrato ocupaba entre terciopelos el Palco Real, y con la presencia de miembros del Consejo, de la Real Audiencia, del Cabildo Catedralicio, del Corregidor, el Juez Municipal como alto cargo de la Corona y de los 126 hidalgos de la nobleza local que ocupaban los palcos principales, más la tribuna dispuesta para la Banda de Música de la Real Maestranza, se podría decir que en la plaza, abarrotada de un público entusiasta, no cabía un alfiler.

Retrato de Pedro Romero. Francisco de Goya y Lucientes, 1795-1798. Óleo sobre lienzo. Museo de Arte Kimbell (Fort Worth, Texas, Estados Unidos)

Para la corrida de toros de ese 19 de mayo se anuncia el mismo cartel de la que no se pudo terminar el curso pasado, con las dos primeras figuras de la Tauromaquia del momento: Pedro Romero de Ronda y José Delgado “Pepe Hillo” de Sevilla, representantes de las dos principales escuelas taurinas, y que desde hacía años rivalizaban en los ruedos incendiando de polémicas toda España entre partidarios de uno y de otro. Según las fuentes, eran de la misma edad. Pedro Romero, siendo joven y acompañando a su padre, Juan Romero, ya había mantenido notoria rivalidad con Joaquín Rodríguez “Costillares”, maestro y protector de Pepe-Hillo, que lo sustituyó en esa pugna por ganarse a los públicos frente al poderoso maestro de Ronda. Su primer encuentro en Cádiz fue sonado, ya que ambos se dedicaron a alardear entrando a matar sin muleta, con un castoreño el sevillano, con una peineta el rondeño, hasta que el presidente tuvo que llamarles la atención. De esa competencia surgió una amistad y respeto mutuos, según se sabe.

Lance de capa en un encierro. Francisco de Goya y Lucientes, 1793. Óleo sobre hojalata. Colección particular. Representa a Pepe-Hillo en un lance de su invención, el capeo de espalda o toreo por detrás

La rivalidad, pues, estaba en todo su apogeo cuando salen al ruedo de Ronda. La severidad, la firmeza sin adornos y el reposo frente a la alegre movilidad, unidos ambos por una valentía sin límites. Por un documento manuscrito que se guarda en el Archivo de la Real Maestranza es posible conocer pormenores y gastos de esa corrida y de la siguiente programada para el día 24 del mismo mes. Para la ocasión se contrataron reses de acreditadas e históricas ganaderías sevillanas, once toros a Joseph Cabrera en Las Cabezas de San Juan, siete al conde de Vistahermosa en Utrera y, para completar el lote, diez toros escogidos “según su ciencia” por el veedor Juan Serrano en las dehesas de Tarifa, más otros dos de los que se desconoce su procedencia.

Intervinieron también, pero en segundo orden de importancia, los famosos varilargueros Bartolomé Padilla, Juan Cañete y Laureano Ortega. Protagonistas de las corridas en una primitiva etapa posterior al toreo caballeresco, los varilargueros del toreo a caballo solían encabezar los carteles, pero las preferencias del público ya se inclinaban por el toreo a pie, como se demuestra que cobraron menos que los primeros espadas. Completaban el cartel los banderilleros Antonio y José Romero, hijos de Juan Romero y hermanos de Pedro; Curro Aragón, Vicente Estrada, Ignacio García y Sisquero.

Carta de Pedro Romero a José Moctezuma en la que le comunica que no acepta ningún contrato que no incluya a su compañero Juan Conde. Firmada «Pedro Romero». Cádiz, 30 de abril de 1784. Archivo RMR

Por matar 30 toros en dos días, el que más cobró fue Pepe-Hillo (3.242 reales de vellón) debido a las costas del viaje y fonda de su cuadrilla, por los 3.000 de Pedro Romero, 2.644 de los tres picadores y 540 de los cinco banderilleros. No se conocen crónicas de la corrida, pero los matadores fueron obsequiados por el Teniente con dos toros cada uno, prueba de la satisfacción por su trabajo, costumbre que puede ser origen de los actuales premios simbólicos.

Carta de Pepe-Hillo dirigida a su amigo y compañero Pedro Romero. Firmada «Josephillo». Sevilla, 17 de abril de 1784. Archivo RMR

Pedro Romero se retiraría en 1779, fue el primer director de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla y acabó sus días en Ronda en 1839 convertido en leyenda, sin haber recibido daño alguno después de enfrentarse a más de 5.600 toros. Más castigado, Pepe-Hillo publicó bajo su nombre “La Tauromaquia o arte de torear” en 1796, escrito por su amigo José de la Tixeira. En su camino se cruzó el toro “Barbudo”, con una cogida mortal reproducida por Goya en su «Tauromaquia», falleciendo en Madrid en 1801. Tenía 47 años.

Documentación

Año de 1785. Cuentas del producto y gastos de las dos corridas de toros celebradas en los días 19 y 24 de mayo del mismo año. Archivo de la Real Maestranza de Caballería de Ronda.

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