La construcción de la Plaza de Toros de Ronda se incluye en la corriente neoclásica de abrir las ciudades en una expansión ordenada que mejorara el conjunto urbano y el tráfico de personas y mercancías. Son tiempos de grandes actuaciones en Ronda, de numerosas reformas y edificaciones: la ampliación de la Iglesia Mayor y el Ayuntamiento viejo, mejoras en conventos y palacios, levantamiento de otros nuevos, construcción del Cuartel de Milicias Voluntarias, sede del actual Ayuntamiento, y la apertura de la Alameda de San Carlos.
La Real Maestranza de Caballería se involucra decididamente en esta operación iniciada en su ciudad matriz, contribuyendo a la financiación, entre otros, del espectacular Puente Nuevo y acometiendo el gran hito de esa expansión, su monumental Plaza de Toros.
Plano de Ronda de 1813. Archivo General Militar de Madrid
Algunos documentos que se encuentran en el Archivo de la Real Maestranza demuestran que el propósito se remonta a 1754, según petición dirigida al consejero de Estado, el marqués de la Ensenada, que no obtuvo respuesta. Se siguió solicitando el permiso antes y después de que el Cabildo le concediera a la Real Maestranza unos terrenos en el Llano de la Merced en 1765 para que construyera su Plaza de Toros. La Casa Real se muestra reacia, y no será hasta la posible intervención del hijo de Carlos III, el infante Gabriel, ya Hermano Mayor de la corporación, que se le permita correr toros en instalaciones de madera que debían ser desmontadas después.
Aunque es posible que antes ya se llevaran a cabo ciertos avances, es en 1779 cuando se inicia el levantamiento definitivo de un edificio con carácter de permanencia pensado exclusivamente para la celebración de corridas de toros. Fernando de Almagro, un maestro de la construcción, nombrado posteriormente Alcaide de la Plaza, solicita hacerse cargo de las obras, cuyos gastos los sufragan de su bolsillo los caballeros maestrantes en sucesivas etapas.
Se trata de una operación excepcional, dada la magnitud de la obra. Se pretendía construir un edificio de una envergadura que no se conocía en Europa desde los tiempos de los grandes circos y coliseos del Imperio Romano, fenómeno arquitectónico que se extendía por toda España. Con la particularidad de que no acometían el empeño en una gran ciudad, como Madrid, Sevilla, Granada o Málaga, sino en el corazón de una agreste serranía alejada de los circuitos principales.
Escena de una función taurina en la antigua plaza de toros de la Puerta de Alcalá de Madrid, a beneficio del Hospital Mayor. Antonio Jolli. Aguafuerte, ca. 1750. Colección RMR
El arquitecto Martín de Aldehuela (1729-1802), como maestro mayor de obras del obispado de Málaga, finalizó la obra del Puente Nuevo de Ronda sobre el imponente Tajo en 1793 (iniciada en 1759), su obra más representativa. Se le atribuye también la de la Plaza de Toros y el diseño de su traza, quizás inspirada en la primitiva plaza de la Puerta de Alcalá de Madrid (1749-1874), con la que guarda ciertas similitudes en ese reflejo de los soportales de las plazas mayores, pero su nombre no figura en ninguna documentación que lo acredite.
Sí lo están, sin embargo, otros nombres y oficios en documentos del Archivo: el anteriormente mencionado Fernando de Almagro, responsable de la obra a lo largo de los años; los maestros canteros Juan de Lamas, que trabajó la portada, y Antonio Guerrero, así como canteros de Cabra y picapedreros de Teba; y un maestro albañil cuyo apellido tendrá luego otras connotaciones, Antonio Ordóñez.
Con la Plaza de Toros sin terminar se realizaron funciones en 1782 y 1783, tanto taurinas con la participación de los hermanos José y Pedro Romero, como exhibiciones ecuestres de alcancías y otras figuras ejecutados por el Cuerpo de la Real Maestranza y con la intervención del Ejército. Eran espectáculos programados para poder sufragar los cuantiosos gastos de la construcción, ya que en esas ocasiones se registra la presencia de cobradores, acomodadores y recogedores de boletos. La fiesta de los toros ya era un negocio capaz de recaudar fondos para otros fines, muchos de ellos de carácter benéfico.
Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Ronda. Foto José Morón. Archivo fotográfico RMR
En 1784 ocurre una desgracia. Para festejar el cumpleaños del infante Gabriel se programa una corrida de toros que se ve interrumpida por el derrumbe de una porción principal de arcos de la Plaza, con un balance de diez muertos y doce heridos, víctimas de las que se hace cargo la Corporación en el reparto de ayudas a padres y mujeres. Entre los fallecidos, el que se supone causante del accidente al mover una columna, el soldado de las Milicias Provinciales Isidoro Espinosa. El relato de lo sucedido se encuentra en el informe que dirige José Moctezuma, entonces Teniente de Hermano Mayor, al secretario del Infante.
Carta de Miguel Cuber, secretario del infante Gabriel, dirigida a José Moctezuma y Rojas, Teniente de Hermano Mayor, sobre el suceso del derrumbamiento de los arcos de la Plaza el día de la corrida de toros. Firmada «Miguel Cuber». Aranjuez, Madrid, 25 de mayo de 1784. Legajo 58. Archivo RMR
A partir de entonces hubo que afrontar las dificultades derivadas del perjuicio económico de los gastos de ganado, los toreros contratados y las obras de reconstrucción, sin otros ingresos que no fueran la contribución o derrama de los propios maestrantes, junto a las consecuencias de carácter político y administrativo en una época que no era proclive a facilitar permisos para la fiesta taurina.
Las obras estuvieron suspendidas durante unos meses y solo tras intensas negociaciones pudieron reanudarse, hasta llegar el día en que se comunicó la terminación de la Plaza, el 26 de abril de 1785, preparada para su solemne inauguración oficial, cuya efemérides se celebra cada 19 de mayo.
Bibliografía