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Ronda, 16 de septiembre de 2024
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Epidemias de cólera morbo asiático en Ronda durante el siglo XIX (I)

Artículo realizado por Juan Bosco Trigueros Galán, Enfermero y Doctor en Ciencias de la Salud por la Universidad de Málaga.

Las epidemias nos han acompañado siempre, son historias de muerte, de sufrimiento y de grandes sacrificios. A mis compañeros fallecidos o enfermos y a los que luchan contra la COVID-19. Héroes involuntarios y mártires contra su voluntad, a ellos, con mi admiración, van dedicadas estas páginas, en las que trataré humildemente de reflejar lo que significó en Ronda la epidemia de cólera de 1855.

Antes de introducirnos en el tema propiamente dicho, es conveniente describir someramente algunos aspectos de la enfermedad de tan extenso nombre como historia, esto facilitará tener una visión, lo más aproximada posible, de cómo se vivió aquella época sumamente dramática.

Si tuviéramos que realizar su localización espaciotemporal podríamos situar al cólera en los límites de la India y del subcontinente asiático, de ahí el nombre de cólera morbo asiático, allí ha permanecido de forma endémica [enfermedad que afecta a una zona de forma habitual] desde hace más de dos mil años.

Desde el punto de vista temporal cada siglo ha tenido sus propias epidemias, el cólera representó un auténtico azote en el siglo XIX. Etimológicamente el nombre proviene del griego y significa “flujo de bilis”, aunque otros aluden a que su origen es la palabra del mismo idioma que definía a las “canales del tejado”, comparando el agua que por ellas corría en los días de temporal con los despeños diarréicos que la enfermedad produce.

El agente productor es el vibrión cólera, bacilo Gram. negativo, con forma de coma con un solo flagelo (vibrión etimológicamente del francés vibrier), que sobrevive entre 22 y 40º C, habituales tanto del agua salada como dulce y con capacidad de adaptarse tanto a la presencia de aire como a su ausencia, característica que en microbiología se denomina como aerobio y anaerobio optativo. La transmisión más habitual es por vía hídrica y generalmente por contaminación del agua de beber con aguas fecales.

La primera pandemia de cólera conocida en la península Ibérica tuvo lugar de 1833 a 1835. En Andalucía se padeció durante dieciséis meses, desde agosto de 1833 a enero de 1835, y fueron especialmente afectadas la cuenca del Genil y la serranía de Ronda (Betrán, 2006). En la provincia de Málaga fueron afectados 51 municipios, su duración fue del 3 de septiembre de 1833, que comenzó en la ciudad de Málaga, hasta la última ciudad que fue Ronda y en la que finalizó el 18 de enero de 1835, siendo por tanto su duración de un año, tres meses y 15 días. El número de acometidos ascendió a 32.368, siendo los fallecimientos por esta causa 8.073 (Samano, 1860).

La epidemia de cólera en España de 1855 tuvo su antecedente un año antes en la ciudad de Londres. El modelo social de la época lo recoge de forma magistral Steven Johnson en su obra titulada “El mapa fantasma” (La historial real de la epidemia más terrorífica vivida en Londres). En ella describe la vida en la ciudad, los oficios más insalubres y todo el entorno social de la época, pero quizás lo más curioso sean las similitudes entre la situación de 1854 en Londres y la de Ronda en 1855, circunstancias que iremos viendo en posteriores entregas.

Veamos algunos párrafos del libro: “…lo que destaca, no es sólo la amplia variedad de remedios propuestos, sino la amplia variedad de personas implicadas en el debate: médicos, enfermeras, curanderos, charlatanes, autoridades sanitarias, químicos de salón, personalidades que llenaban las páginas del Times o el Globe.” Respecto al modo de vida describe a “…un hombre que vivía en el ático del número 30 de Silver Street tenia veintisiete perros en una sola habitación”, aclarando que el individuo en cuestión depositaba los excrementos en el tejado del edificio donde acababan secándose bajo el sol. Relata también como “con el calor y la humedad a finales de agosto el Soho desprendía inevitablemente los olores generados por los pozos negros, las cloacas, las fábricas y los hornos”, no hace falta mucho esfuerzo imaginativo para situarnos en algún mercado asiático actualmente.

Hasta ese momento se desconocían el factor etiológico (causa) de la enfermedad, ni cual era el mecanismo de contagio, no olvidemos que hablamos de una enfermedad conocida desde hacía más de dos mil años.

Doktor Schnabel von Rom [Doctor Pico de Roma]. Paul Fürst, 1656

Durante los siglos III al XV el concepto “constituciones epidémicas” sufrió el más absoluto de los olvidos como explicación de la aparición de enfermedades que de forma permanente o cíclica azotaban el mundo. Este concepto consistía en lo que Hipócrates describe en su texto “Aires, aguas, y lugares”, inspirándose en la teoría de los elementos propuesta por el filósofo y médico Empédocles de Agrigento (484-424 a.C.), quien señalaba que la dieta, el clima y la calidad de la tierra, los vientos y el agua son los factores causantes en el desarrollo de las enfermedades en la población. Según él, estos elementos afectan al equilibrio del hombre con su ambiente, cuando este equilibrio se rompe aparece la enfermedad.

Este erudito elabora el concepto de constitución epidémica de las poblaciones. En resumen, Hipócrates explica el proceso de enfermar no como un proceso “mágico-religioso” sino como un proceso natural. Fracastorius en 1546 establece por lo menos tres formas posibles de infección: por contacto directo, por medio de fómite transportando los seminaria prima en objetos como la ropa, y por inspiración del aire o miasmas infectados.

Es obligatorio reseñar aquí los nombres de William Farr (1807-1883) y John Snow (1813-1858), considerados los padres de la epidemiología científica. El primero por sus estudios sobre mortalidad y su relación con diferentes grupos. Como la mayoría de los médicos de la época, compartía la teoría miasmática que planteaba el origen cósmico de las epidemias y la consiguiente corrupción del aire. Lo que ahora llamamos equipos de protección individual (EPI) se utilizaban ya por los médicos desde el siglo XVII, y estaban compuestos de largas botas, abrigos hasta los tobillos, guantes, así como narices postizas, a modo de mascarillas, llamadas picos de loro, todos ellos de cuero y en cuyo interior ponían triaca, una mezcla de cincuenta y cinco hierbas olorosas, mirra, miel, canela y polvo de víbora. Aún hoy, en carnavales como el de Venecia se pueden ver caretas que emulan estos picos.

Por su parte, John Snow fue el descubridor del mecanismo de transmisión del cólera al observar, mediante la elaboración por primera vez en la historia de un mapa de casos en la ciudad de Londres, que una de las fuentes y más concretamente la de Broad Street (actualmente Broadwick, calle del barrio londinense del Soho) era la responsable de la epidemia, ya que la zona a la que daba servicio tenía una tasa de casos muy superior que la otra zona que se surtía de otra acometida. Pero sería Filippo Pacini en ese mismo año de 1854 quien descubrió el vibrio cholerae como factor etiológico (causa), aunque su descubrimiento no fue muy conocido hasta que Robert Koch, 30 años más tarde, señaló los conceptos básicos de la enfermedad.

Mapa de Ronda de 1847 (AHMR)

Si hacemos un salto a Ronda y nos situamos en el pleno del ayuntamiento celebrado el 6 de marzo de 1855, su alcalde presidente Don Francisco Corona Leiva no debió dormir bien la noche anterior, nada más comenzar el pleno hace partícipe a los concejales de una noticia que sin duda los debió dejar consternados:

“…que habiendo llegado el día de ayer a su noticia que en el barrio de San Francisco se han presentado algunas enfermedades con síntomas sospechosos, había dado órdenes al subdelegado de Sanidad para que, acompañado de los facultativos que él designara, verificase inmediatamente un reconocimiento de los enfermos, remitiendo su informe autorizado que esto ha tenido efecto, y de la comunicación del subdelegado resulta que en la calle Miraflores y en muy corto espacio existen hasta seis mujeres acometidas de cólicos coleriformes de la mayor gravedad, procedente de la miseria y desamparo de la clase pobre y de la falta de socorros oportunos, que el señor alcalde había tomado las medidas y actuaciones más prontas a su alcance mandándoles suministrar medicamentos” [sic] (Trigueros, 2012).

(Continuará).

Bibliografía

Betrán Moya, J.L. (2006). Historias de las epidemias en España y sus colonias 1348-1919. Barcelona, España: Editorial La Esfera.
González Samano, M. (1860). Monografía histórica del cólera-morbo asiático. Tomo II. Madrid, España: Imprenta de Manuel Álvarez.
Trigueros Galán, J.B. (2012). Diez años de mortalidad en Ronda entre 1841-1863 (Tesis doctoral). Universidad de Málaga. España.

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