En la galería de retratos de la sala de Historia de la Real Maestranza se pueden contemplar dos retratos de caballeros de la Orden de Santiago pintados por Rodrigo de Villandrando (c. 1588-1622), quien antecedió a Diego Velázquez en el puesto de Ujier de Cámara y como uno de los pintores del Rey.
Se trata de dos óleos sobre lienzo de 220 x 111 cm, fechados aproximadamente en la segunda década del siglo XVII, en los que se pueden advertir las cualidades y características propias de la producción de Villandrando. Los caballeros posan en posturas idénticas, con cuello de lechuguilla, jubón, calzón, medias de seda y borceguíes de cuero, con un colgante con la cruz de Santiago sobre concha de peregrino, y las manos cuidadosamente pintadas como era habitual en el retrato de este tipo, una apoyada en la esquina de una mesa cubierta por terciopelo y la otra sobre la empuñadura de una espada ropera de lazo o tizona.
Pocos datos se tenían de Villandrando hasta principios del siglo XX, pero unos trabajos de investigación y un posterior artículo publicado en 1968, “Muerte de Villandrando y fortuna de Velázquez” por José López Rey, ofreció luz sobre su biografía. En 1999, Lucía Varela Merino publicó otro artículo, “Muerte de Villandrando, ¿fortuna de Velázquez?”, en el que viene a ampliar la información sobre su biografía y pone en cuestión que el fallecimiento de Villandrando tuviera influencia en la posterior ocupación del mismo cargo por Velázquez.
Se sabe que estuvo vinculado desde su infancia a la proximidad de la Corte, ya que era hijo de Antonio de Villandrando, músico de cámara del Rey, y fue aprendiz en el taller del vallisoletano Juan Pantoja de la Cruz (1553-1608), pintor de cámara de Felipe III, y con el que estuvo unido hasta su muerte, hasta el punto de ser uno de los testigos de su testamento. Se especula que, al ser todavía muy joven, pudo seguir de aprendiz durante un tiempo con uno de los pintores que trabajaban en el taller de Pantoja, Bartolomé González (1654-1627), y con el que mantuvo una larga relación de amistad.
No abundan los detalles biográficos de Villandrando desde la muerte de Pantoja, salvo un documento en el que figura como testigo en una transacción de su amigo Bartolomé, y un poder otorgado a un licenciado para cobrar unos cuadros que le debía el conde de Puñoenrostro. En 1621 se sabe, por un expediente del Archivo de Palacio, que juró su cargo de Ujier de Cámara el 6 de julio de 1621, que no pudo desempeñar mucho tiempo ya que falleció en noviembre de 1622. Un puesto sin gajes, es decir, sin retribución económica fija, que se añadiría a la merced de ser uno de los pintores del Rey aproximadamente desde 1617.
Por su testamento, redactado justo antes de su temprana muerte a los 35 años, se sabe que Villandrando gozaba de una desahogada posición económica, muy superior a la de otros compañeros de profesión, lo que indica que tenía clientes de alta posición, personas vinculadas con la Corte, y que era muy reclamado. Especializado en el retrato cortesano en la estela de Pantoja, que continúa a su vez la línea trazada por influencia de su maestro Alonso Sánchez Coello (1532-1588), y que entronca con la tradición del retrato de corte de Tiziano y del retrato flamenco del Renacimiento manierista; figuras representadas con minuciosidad en la que se muestran con todo detalle los vestidos, encajes, joyas, emblemas y dignidades, un auténtico tesoro para historiadores de la moda. Los modelos posan generalmente hieráticos, sobre un fondo neutro, que miran de frente, un tanto inexpresivos.
De Villandrando destacan los expertos la luz y el colorido transparente y rico de sus obras, en la que se rastrean tonalidades influidas por El Greco, y que ciertos toques de luz y sombras preludian a Velázquez. Su tecnicismo es equivalente a los retratistas de su tiempo, tiene calidades microscópicas, pero aporta una mayor variedad y una superior elegancia. De igual modo, el tratamiento de sus rostros es más suave y dulce, lo que reduce la severidad que era habitual en la mayoría de los retratos cortesanos de su tiempo.
El conjunto de obras más importante lo forman los retratos de Felipe III, la reina doña Margarita, Felipe IV, doña Isabel de Borbón, la infanta doña María y el cardenal Infante, que se hallaban en el antiguo Alcázar de Madrid. De estos sólo se conservan los de Felipe III, Felipe IV con el enano Soplillo y el de su esposa (realizado entre 1619 y 1621), junto al de la Infanta María de Austria, que se conservan en el Museo del Prado.
Bibliografía
L. Varela Merino. “Muerte de Villandrando, ¿fortuna de Velázquez?”. Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, n.º 11 (1999). Universidad Autónoma de Madrid.
M. Kusche. “Juan Pantoja de la Cruz y sus seguidores. Bartolomé González, Rodrigo de Villandrando y Antonio López Polanco”. Fundación Arte Hispánico, Madrid, 2007.