En una de las dos galerías que se asoman al espacio del Picadero de la Real Maestranza de Caballería de Ronda, anexo a la Plaza de Toros, se muestran tres murales informativos, de fuerte contenido gráfico y con afán didáctico, relativos a la evolución histórica de la equitación. El tercero de ellos está dedicado a las escuelas y maestros que son antecedentes directos de la enseñanza y práctica de la doma clásica contemporánea.
Panel «Escuelas y maestros» de la galería ecuestre. Colección RMR.
En el Renacimiento se comienza a dejar atrás el concepto de la equitación como materia militar en exclusiva. El adiestramiento de los jóvenes de la nobleza ya no se destina solo para la guerra o la caza. Se rescatan los preceptos de Jenofonte (430-350 a.C.), militar, filósofo y hombre de acción que en su obra «Sobre la equitación» se adelantaba a su tiempo y hablaba de la bondad en el trato con el caballo. Esta corriente va a surgir mayoritariamente en el reino de Nápoles, bajo dominio español, con maestros como el conde Césare Fiaschi o Federico Grisone. Se construyen recintos cerrados, los picaderos, se escriben tratados y se crean escuelas por toda Europa. Será la simiente de la doma clásica de alta escuela, con el caballo español como uno de los protagonistas principales por sus cualidades.
Así será en la Escuela Española de Equitación de Viena, de ahí su nombre, fundada en 1571 con caballos españoles, seguida solo dos años más tarde por la Real Maestranza de Caballería de Ronda (1573), las dos más antiguas de Europa. Francia pasaría a jugar un papel de enorme influencia más tarde con el Picadero-Escuela de Versalles y las Tullerías en 1680. y la Escuela de Caballería del Ejército en Saumur (1768).
«El magnífico caballo de España» (Cavendish, 1658). Colección RMR.
Tratadistas como Antoine de Pluvinel (1552-1620), que aparece representado en su obra «L’instrucción du Roy en l’exercice de monter a cheval» montado en un caballo español de nombre Bonito; William Cavendish, duque de Newcastle (1592-1676), que sostenía que el caballo español «es el más noble del mundo, el más hermoso que pueda ser, el más apropiado para un rey en su día de triunfo»; François Robichon de La Guérinière (1688-1571), al que se considera el padre de la equitación clásica, que sostenía que el uso de las espuelas era el reconocimiento del fracaso; el innovador y controvertido François Baucher (1796-1873); o el militar italiano Federico Caprilli (1868-1906), que sacó los caballos al campo, contribuyeron con sus obras a llevar a la doma de alta escuela al nivel que se practica en la actualidad, la búsqueda de la conjunción entre caballo y jinete, práctica en la que el bienestar del caballo predomina sobre cualquier exigencia. Tal y como decía Jenofonte en su tiempo «deben ser educados de forma que no solamente quieran al hombre, más aún que lo busquen».