Tercera parte del artículo realizado por Juan Bosco Trigueros Galán, Enfermero y Doctor en Ciencias de la Salud por la Universidad de Málaga.
Es necesario dejar constancia que las cifras que aquí se dan son una aproximación a la realidad, y que están sujetas a las limitaciones propias de cualquier estudio de epidemiología histórica. Es muy probable que exista un subregistro de los fallecidos, principalmente por que no era preceptivo, en aquellas fechas, el certificado de defunción para el enterramiento. De hecho, no eran pocos los enfermos que por diversas razones morían sin haber sido visitados por ningún médico en periodos de epidemias, ante el miedo de que “pusieran guardias en la puerta”.
De otro lado, no existían pruebas microbiológicas que objetivaran el diagnóstico, en este caso mediante aislamiento bacteriológico del vibrión cólera mediante cultivo de heces, me refiero a los “casos confirmados“ de los que tanto se habla ahora. El diagnóstico siempre estaba basado en la clínica y, por lo tanto, no estaba sustentado por ninguna prueba objetiva. En sentido contrario, también es lógico pensar que muchos otros enfermos que murieran con otros diagnósticos también pudieran padecer cólera, aunque intuyo que serían los menos.
Para resolver estos problemas de subregistros, dedicaremos un apartado especial a explicar cómo se calcula el exceso de mortalidad, concepto también muy utilizado últimamente, para poder sacar a la luz los que murieron sin asistencia médica o con otros diagnósticos. Insisto en que todas estos cálculos no hacen más que aproximarnos a la realidad.
La epidemiología descriptiva trata sobre la frecuencia y distribución de la enfermedad en la población, y lo hace en función del estudio de las variables persona, lugar y tiempo, que responden a las preguntas ¿quién?, ¿dónde? y ¿cuándo? Por lo tanto, seguiremos este modelo clásico para describir a quién infectó el cólera, dónde infectó y cuándo lo hizo, y nos limitaremos, por ahora, al análisis univariante estratificado, sin entrar en análisis bivariantes.
La fuente de datos principal han sido los libros de mortalidad del Archivo Histórico Municipal, estamos por tanto ante una fuente primaria. No existen, o al menos yo no encontré en los citados archivos, referencias concretas al número de afectados, por lo que nos tendremos que ceñir a los datos contenidos en los citados libros de mortalidad. Los datos que se recogieron, si bien constaban en el ayuntamiento, procedían de los registros parroquiales, dado que en esa fecha no existía en España el registro civil. Este no comenzó a funcionar en España hasta el 1 de enero de 1871, a raíz de la entrada en vigor de la Ley Provisional 2/1870 de 17 de junio, y como todo lo provisional en España tuvo un largo recorrido, estando vigente durante treinta años.
Previo al análisis descriptivo, resultará muy ilustrativo conocer cómo se constituía la población de Ronda desde el punto de vista demográfico. Utilizaremos como fuente el censo de 1857, primer censo en España que se corresponde con el concepto que de censo hay en la actualidad y el más próximo al año 1955, por lo que las cifras, si bien no serán exactas, si son las más aproximadas a las que tenemos acceso en este momento, y que además nos proporcionará no pocas sorpresas.
Me gustaría aclarar que los datos que aquí se contienen no coinciden con los de la epidemia de 1855 que D. Juan José Moretti recoge en su «Historia de L.M.N.Y.M.L. Ciudad de Ronda» en su página 681, en la que, citando a D. Nicolás Sanchez Cristobal [sic], establece el número de invadidos por cólera en 220 y el de muertos en 84. Por otro lado, en el mismo libro hay una reseña de una epidemia de viruelas confluentes con un número de fallecidos de 126. Pero en los 434 registros de mortaldad de ese año aparecidos en el Archivo Histórico Municipal de Ronda no aparece ninguno.
Estas cifras se han dado siempre por válidas y han sido citadas en no pocas publicaciones. Con la interpretación que se hizo de la evolución de la población de Ronda de 1857 a 1900 y las conclusiones que se sacaron, tuvieron amplia repercusión en libros y artículos. En su momento explicaré la razón de esta confusión.
Análisis descriptivo. Persona.- ¿Quién?
Por edades, la gráfica nº 1 muestra la frecuencia de casos para ambos sexos, en la que se observa un predominio de menores de 7 años con una frecuencia de 84 casos que representan el 40,2 % del total, seguido de las edades adultas comprendidas entre 31 y 50 años con 67 casos que representan el 32%.
Por sexo, el cólera provocó casi 15 puntos porcentuales más de mortalidad entre las mujeres que entre los hombres.
Había comentado que en esta entrega no haríamos análisis bivariante, pero no me resisto a decir que las diferencias de edad por razón de sexo entre los fallecidos no es estadísticamente significativa (Test de Levene, p= 0,341).
Por edades, la epidemia siguió una distribución muy parecida entre hombres y mujeres, con la diferencia de un mayor número de casos en las mujeres. Se puede observar como en el grupo etario de menos de 1 año y, sobre todo, en el de 1 a 7 años, ambos representan el 34% de los casos, el grupo de 31 a 40 son el 24,1% del total (gráfica nº 2).
En porcentajes estratificando por edad y sexo, en la gráfica nº 3, el porcentaje de mujeres es mayor para todos los grupos hasta los 50 años, en los grupos de mayores de 51 años el porcentaje más elevado lo representan los hombres.
Parece evidente, por las gráficas dos y tres, que el grupo más afectado por edad fueron los menores de 7 años y, muy especialmente, aquellos entre 1 y 7. En los porcentajes intra grupos de edad, se observa que de los 0 a 60 años las mujeres representan un porcentaje más alto que los hombres, circunstancia que se invierte en los grupos de 61 y más años (gráfica nº 4).
Por profesiones, la frecuencia y porcentajes de la epidemia se muestran en la siguiente tabla. La estratificación por profesiones tiene varios problemas, en las mujeres es muy excepcional en la que consta la profesión, el porcentaje de menores es muy alto (46,9% de los afectados), el registro de profesión no siempre esta cumplimentado en los registros de mortalidad, no obstante reseñaremos los datos de los que disponemos.
Respecto al estado civil, la distribución de los fallecimientos es la siguiente (lógicamente, se han excluido los menores de edad).
(Continuará).