El espacio dedicado a la Historia de la Tauromaquia, en el interior de la Plaza de Toros de Ronda, inicia su recorrido con la réplica de un cráneo del ancestro del ganado vacuno, cuyo representante más genuino es el toro de lidia español, que pertenece a la especie Bos Taurus. Este ejemplar pertenece al Pleistoceno medio, hace 240.000 años. Fue encontrado a las afueras de Madrid, y el original se encuentra en el Museo de San Isidro de la capital española.
Perspectiva de la sala de Historia de la Tauromaquia, con la réplica de uro en primer término. Foto: José Morón.
Se trata del Uro, de nombre científico Bos Primigenius. El nombre Uro lo utilizó por primera vez Julio César en su crónica de la Guerra de las Galias, adaptando al latín el nombre de auroch, como era conocido entre los galos. Otros textos clásicos lo mencionan como la forma de tribus celtas de nombrar a los toros salvajes de los bosques de Europa Central. Se estima que apareció hace aproximadamente dos millones de años, y que se extendió por Asia, Europa y el norte de África. Fue desapareciendo paulatinamente, se extinguió definitivamente en el continente europeo, y su existencia perduró hasta hace 400 años. El último espécimen, una hembra, fue capturado en los bosques de Polonia en 1627.
El Uro era de gran tamaño, y en esta época podía alcanzar dos metros hasta la cruz. La cabeza, estrecha y alargada, vista de frente, adquiere la forma aproximada de un triángulo isósceles invertido. Los cuernos podían ser de varias formas, de color pálido y puntas negras. Algunos podían alcanzar los 100 centímetros de longitud. La capa era de color negro con una banda clara sobre el lomo.