En la sala de Historia de la Tauromaquia de la Plaza de Toros de Ronda se encuentra expuesto un cartel mural de gran formato (206 x 95 cm). Impreso en cuatro pliegos (el inferior mutilado en su mayor parte), corresponde a una etapa en la que la técnica litográfica permitía la impresión en varios colores, lo que se popularizó a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Es un ejemplar de tránsito entre el cartel romántico y el cartel moderno o integral, en los que el dibujo adquiere un protagonismo esencial para atraer la atención sobre el texto y contenido del espectáculo que se anuncia, rompiendo la simetría canónica de los carteles antiguos, más limitados por la evolución de las técnicas de impresión. Es también coetáneo de la aparición de grandes ilustradores en la temática taurina. En este caso, se atribuyen las ilustraciones superiores a Daniel Perea, que iluminó la histórica revista «La Lidia» con numerosas estampas.
Plaza de Toros de Ronda, Gran Corrida, 20 de mayo de 1887. Colección de la Real Maestranza de Caballería de Ronda. Foto: José Morón.
La ornamentación de viñetas y escenas solían pertenecer a empresas litográficas, que las usaban para distintos festejos taurinos cambiando las tipografías de los encabezamientos y del texto al tratarse de impresión con tipos móviles. Según el especialista Rafael Cabrera, las mismas ilustraciones con ligerísimas variantes se usaron para una célebre corrida benéfica organizada por la sociedad filantrópica El Gran Pensamiento. Y se puede comprobar también con el cartel que mostramos de la corrida en París con motivo de la Exposición Universal de 1889, celebrada dos años más tarde de la función rondeña.
En la comparación entre ambos se puede apreciar que el de París (260 x 97 cm) cuenta en el cuarto fragmento inferior con una ilustración de un caballero medieval alanceando un toro firmada con las iniciales MT, identificándose la Litografía de Luis Bravo de Madrid, así como el pie de imprenta R. Velasco, firma comercial del célebre impresor Regino Velasco, gran aficionado, que a partir de 1881 añadió a su oficio el cargo de jefe de personal de la Plaza Vieja de Madrid. Fue corneado a la edad de 74 años por un toro del marqués de Melgarejo que saltó al callejón el 4 de septiembre de 1921, suceso que conmovió a la capital al tratarse de una persona muy conocida y apreciada.
Plaza de Toros de l’Exposition, 1889. «España en 1000 carteles» (1995). Biblioteca-RMR.
El espectáculo que se anuncia en Ronda evocando la época de El Cid, de Felipe II, con cabalgata de pajes, libradores y cuadrillas vestidas a la moda de los tiempos de Pepe Hillo y Pedro Romero, en el que se alancean toros por caballeros en plaza, es herencia de una mojiganga teatral que se remonta al siglo XVII, trasladada posteriormente al ámbito taurino. Se solían representar escenas variadas de género burlesco con la intervención de vaquillas o novillos, antecedentes del toreo cómico. Las mojigangas taurinas o recreaciones de época como la función que nos ocupa fueron muy comunes y apreciadas por el público en el siglo XIX. En este caso fue llevada a cabo por profesionales contrastados.
Entre ellos, «el Caballero en Plaza» Mariano Ledesma, piquero que se formó en las cuadrillas de toreros como Lagartija, Gallo, Punteret o El Ecijano, y que se estrenó en Madrid en 1883. Posteriormente se dio a conocer como rejoneador, y también participó en las corridas de París de 1889. Así lo hizo también Juan Jiménez El Ecijano (Écija, 1858-Durango, 1899) por esas fechas aún novillero. Vaquero de un ganadero andaluz, se presenta vestido de luces por primera vez en Sevilla en compañía del Espartero. Un año antes de la fecha de este cartel lo hace en Madrid y marcha a Montevideo y Méjico. Tomaría la alternativa en Madrid en 1890 de manos de Guerrita. Perdería contratos a partir de entonces y en 1893 cruza el charco para torear en La Habana y luego de nuevo a Méjico, de donde nunca volvería, como cuenta Cossío. Asentado en la capital, toreó mucho y se casó con una mejicana. En la plaza de Durango caería fulminado por una peritonitis, consecuencia de una cornada sufrida el año anterior.
Tanto él como Ledesma se enfrentaron a toros de Valentín Collantes, rico hacendado de Coria del Río que había fundado la ganadería diez años antes con vacas y toros entre los que se contaban reses con gérmenes de la legendaria casta vazqueña, como se anuncia en el cartel. De ganadería más relevante eran los seis toros destinados a ser «lidiados a la moderna» en un mano a mano por las primeras figuras. Ángel González Nandín había formado la suya en 1877 cuando no era muy conocido en el universo ganadero, pero muy famoso como militar. Con grado de coronel era el ayudante del general Prim, entonces jefe del Gobierno, y lo acompañaba en el coche cuando se produjo el atentado de la calle del Turco en Madrid el 27 de diciembre de 1870, que acabaría costándole la vida. En su intento por protegerlo, Nandín fue gravemente herido en una mano que le quedaría «seca e inservible», como le diagnosticaron los médicos que le atendieron.
De los celebérrimos Espartero y Frascuelo nos ocuparemos en próximas entradas de la serie Toreros históricos en Ronda.
Bibliografía
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J.M. Díez Borque. El Cid torero: de la literatura al arte. Universidad Complutense de Madrid. Anales de Historia del Arte 2008, Volumen Extraordinario 375-387.
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