Hermanos mayores de Antonio Carmona el Gordito, del que ya nos ocupamos en este blog; no llegaron a su altura y fama, pero fueron considerados siempre como toreros muy notables en un período de transición de la fiesta. El sobrenombre de Panadero responde al negocio familiar de sus padres, en un caso parecido a lo que ocurriera con los hermanos Ruiz, llamados los Sombrereros por idéntico motivo.
Naturales del barrio de San Bernardo, José nació en marzo de 1825, cuando Sevilla iniciaba la transformación urbana de su casco histórico, con derribo de gran parte de su muralla. Sus padres eran propietarios de una tahona en la calle Ocho Hornos, y su propósito era dar una educación superior a su hijo, que creció jugando al principal entretenimiento de los jóvenes de ese arrabal, que no era otro que jugar a los toros, sorteando y capeando reses en el corral del matadero o en la dehesa de Tablada. No sospechaba el adolescente que al entrar el negocio familiar en crisis esos divertimentos, que alternaba trabajando en la panadería, se convertirían en su mejor opción profesional.
Con dieciocho años decide afrontar esa carrera, después de soportar el bombardeo de la ciudad durante la sublevación de 1843 contra el regente Espartero, con especial incidencia en su barrio. Comenzó como banderillero del bravo Juan León en varias corridas, y después fue pasando a las cuadrillas de Juan Pastor, la Santera o Manuel Trigo, actuando en plazas extremeñas, andaluzas y haciendo incursiones en Portugal, hasta que en 1846 ingresa en la del gran José Redondo el Chiclanero, que le brinda apoyo y continuidad, aupándolo a alternar como media espada, presentándolo en Sevilla y que marcará con su influencia su futura capacidad.
En 1850 mata su primer toro cedido por Juan Pastor, y sus buenas actuaciones posteriores le valen una contrata para Sevilla, donde alterna con Lucas Blanco y con el elegante Cayetano Sanz, que lo hacía por primera vez en la Maestranza. Al fallecer prematuramente Redondo en 1853, José cuenta ya con cuadrilla propia, pero tiene que buscarse la vida en plazas menores, o conformarse con arreglos de media espada debido a las competencias habituales en el gremio.
Manuel, nacido en 1832, un año en el que llega el cólera morbo a la ciudad, se había fogueado igualmente en toriles, cerrados o corralejas de pueblo junto a otros aspirantes, sin más instrucción taurina que la que se procuraba por sus mañas. Se une a la formación de su hermano como banderillero durante tres años para después pasar a la de Manuel Domínguez Desperdicios, con quien recorre toda España.
En esos tiempos son los mantenedores de la familia, con el auxilio del más pequeño, Antonio, que en 1854 y durante otra oleada de cólera que suspende muchos festejos se contrató como peón de albañil en el edifico de la fundición de cañones. Superada la crisis, vuelven a juntarse los Carmona y ya con la participación del menor, que se convierte en la principal atracción por su precoz espectacularidad en banderillas, aprendidas de los recortadores portugueses, de modo que son reclamados en las mejores plazas. En 1857, después de actuar exitosamente en Madrid, las ganancias adquiridas les permiten sacar a su familia de la necesidad y trasladarlos a una mejor casa en la calle de las Doncellas de la parroquia de Santa María la Blanca, cercana a su barrio natal.
Los años siguientes son de éxito total de los hermanos, una vez que Manuel también tomara la alternativa en Sevilla, con triunfos sonados en plazas de Andalucía, como en la de Ronda, y en las de media España. En 1862, poco después de otorgar el doctorado a Antonio, que se separó de ellos para iniciar su fulgurante carrera, José decidía retirarse a disfrutar de lo ganado, llevando una vida tranquila y sin alardes, ocupándose de sus padres y “frecuentando poco la sociedad, hoy tan revuelta y ajitada por pasiones tempestuosas”, según Velázquez y Sánchez.
Cartel de la actuación de José Carmona el 9 de mayo de 1852 en la plaza de toros de Sevilla. Archivo Real Maestranza de Caballería de Sevilla.
Manuel, sin embargo, alargó su primera etapa taurina con cuadrilla propia hasta 1866, año en el que se apartó de los toros a solicitud de su mujer y después de sufrir cornadas serias. Se dedicó a llevar un despacho de carne junto a la casa familiar, pero en 1875 pone fin a su retirada, quizás por necesidad económica, y decide reaparecer en Sevilla con José Cineo Cirineo de segundo y con Fernando Gómez Gallito chico de media espada, una decisión que no fue compartida por sus hermanos, y mucho menos por el benjamín. Argumentaba el Gordito que después de nueve años de inactividad no estaba en condiciones y que corría peligro de un percance fatal.
El periodista Aurelio Ramírez Bernal, amigo de Manuel, cuenta en su biografía de Lagartijo una anécdota durante una corrida en Jerez de la Frontera, en la que alternaban Antonio Carmona y Arjona Reyes Currito. Fueron el escritor y el Panadero a ocupar unas localidades muy cerca de la barrera. Cuando estaban cerca, Manuel le espetó a su hermano:
- ¿Me echo a la plaza y toreo?
- No – replicó Gordito -. Ahí sentao y viendo es como quiero hallarte siempre.
Poco después surgió la posibilidad de que Manuel toreara en Madrid con su hermano, a lo que éste se negó en redondo. Después de sufrir de nuevo la animadversión del público madrileño, Gordito decidió no torear más en la capital y Manuel, a pesar de los consejos de su familia, inició una segunda etapa de tres años, la más exitosa de su carrera, reclamado tanto en Madrid como en Sevilla.
Se despidió de la corte el 26 de enero de 1878, invitado a participar en los festejos reales con motivo de la boda de Alfonso XII y Doña Mercedes de Orleans, funciones mixtas con caballeros poniendo rejoncillos y las máximas figuras del toreo a pie del momento. En lidia ordinaria, a Manuel le tocó el toro Milagroso, que se haría famoso por arremeter contra la guardia de alabarderos situada debajo del palco real mientras Manuel iniciaba el brindis. “El belén que se armó fue gordo”, relató el corresponsal de El Toreo. En vez de retroceder al sentir los pinchazos de las alabardas como todos los cornúpetas anteriores, “siguió metiendo cabeza y aguantando lanzazos hasta que logró arrinconarlos, penetrando en la parte del callejón que defendían”.
Los alabarderos no abandonaron el puesto, y siguieron luchando a brazo partido hasta que las cuadrillas acudieron al rescate. Superado el trance, con muchos guardas maltrechos, Manuel pudo rematar la faena con buena nota, una faena corta, corriente en esa época, cuatro o cinco pases para poner al toro en suerte. La cabeza de Milagroso se colgó posteriormente en el cuartel de la guardia. Después de aquello, el segundo de los Panaderos toreó una última vez en Sevilla y se retiró definitivamente. A partir de entonces el gusanillo lo calmó ya sin público.
Abrió un negocio de chacinas y aceitunas, que le funcionó regular, y en 1893 montó una escuela taurina en una placita cercana al matadero. Así lo recoge J.M. Villén: “De tauromaquia, una escuela / Ha establecido en su casa / Donde buenos ratos pasa, / Que en enseñar se desvela”. Alumnos suyos fueron Pierre Cacenabe, conocido como Felix Robert, el primer francés en tomar la alternativa, que no usaba coleta, pero a cambio lucía un espléndido mostacho, y el pintor Ignacio Zuloaga, que se había instalado en Sevilla el año anterior, época crucial de su vida con honda huella en su obra, conviviendo con bailarinas, flamenquitos y toreros. Existe el cartel de una función en abril de 1897 de dos novillos de muerte y dos de capea en ese recinto en el que figura con su nombre y el apodo el Pintor.
La familia Carmona fue relevante para los inicios y posterior desarrollo de una de las grandes figuras de la historia de la tauromaquia, la del primer califa del toreo, Rafael Molina Lagartijo, a quien llevaron en sus cuadrillas siendo muy joven. En efecto, a través del picador Onofre Alvarez tuvieron noticias de un chiquillo que formaba parte de una cuadrilla de niños cordobeses, el más pequeño, al que llamaban el Chico. Después de verlo quebrar un toro en Algeciras, José aconsejó involucrarlo para que los acompañara como banderillero meritorio. A la postre ingresaría en la formación de Antonio, para después ser competidores hasta que el alumno superó al maestro.
José falleció de apoplejía fulminante en 1881, año de terribles riadas que hundieron los muelles del puerto. Manuel acabó sus días en 1899 por pulmonía. Como toreros fueron muy diferentes. El primero se formó con maestros importantes, sobre todo con José Redondo, del que heredó la impronta de la escuela de Chiclana de Montes, como puso de manifiesto Velázquez y Sánchez en sus Cartas Tauromáquicas que firmaba como Don Clarencio: “el osado Panadero que en su continente airoso parece un vivo recuerdo del señor José Redondo”. De su fácil aplomo hizo luego abuso de lucimientos, que le acarrearon cogidas evitables, hasta que fue paulatinamente reduciendo el riesgo de los lances al final de su carrera. Por su parte, Manuel no gozó de una formación taurina comparable, pero su falta de conocimientos la compensó siempre con valentía y entrega, temerario hasta la insensatez, adscrito a la versión bulliciosa de la escuela sevillana de Cúchares, y fue, como señala Cossío, el de mayor afición de los tres hermanos. Un rasgo común los unió siempre: fueron buenos hijos.
Bibliografia
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J. M. Cossío. Los toros. Tratado técnico e histórico, vol. III. Espasa Calpe, Madrid, 1943.
Sánchez de Neira, J. El toreo: gran diccionario tauromáquico. Madrid : Imprenta y librería de Miguel Guijarro, Ed., 1879
Sicilia de Arenzana, Francisco. Las corridas de toros: su origen, sus progresos y sus vicisitudes. Madrid : [s.n.], 1873 : imprenta y litografía de N. González
Villén, Juan Manuel. Semblanzas taurinas y de personajes ilustres y deslustrados. Sevilla : Librería de José G. Fernández, 1886
Mínguez, Federico y Berned, J.Adan. Curiosidades taurinas. R. Velasco Impresor. Madrid, 1892.
Peña y Goñi, Antonio. Lagartijo y Frascuelo y su tiempo. Imprenta y Litografía de Julián Palacios. Madrid, 1887.
Velázquez y Sánchez, José (Don Clarencio). Colección completa de la cartas tauromáquicas. Fundación Real Maestranza de Caballería de Sevilla, Fundación de Estudios Taurinos,Universidad de Sevilla. Pinelo Talleres Gráficos, Sevilla, 2011
Ramírez Bernal, Aurelio. Los grandes sucesos de la vida taurómaca de Lagartijo. Málaga : [s.n.], 1901 : Imprenta de Zambrana Hermanos.
El Toreo. 27 de enero de 1878. Año V. Num. 112, Madrid.