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· DE LA REAL MAESTRANZA DE CABALLERÍA DE RONDA ·

Ronda, 18 de septiembre de 2024
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Toreros Históricos en la Plaza de toros de Ronda (XXXIV). José Giráldez Jaqueta, el torero chiflado

«El 20 de mayo de 1864, en la plaza de Ronda, actuaron los toreros sevillanos Juan Martín "La Santera" y José Giráldez "La Jaqueta". Mientras Martín, al borde de la retirada, recibió elogios por su actuación, Giráldez, cuyo nombre comenzaba a sonar por sus buenas cualidades, no tuvo una buena tarde. Enfrentaron al toro Marismeño de Murube, famoso por recibir cincuenta y una varas. Después de caer a los pies de Martín, el toro fue paseado mientras sonaba un pasodoble en su honor. Sin embargo, Giráldez fue duramente criticado por su actuación temerosa»

El 20 de mayo de 1864 actuaron en la plaza de Ronda dos toreros sevillanos naturales del barrio de San Bernardo. Uno, Juan Martín La Santera, al borde de la retirada (lo haría dos años más tarde); el otro, en calidad de media espada, era José Giráldez, cuyo nombre comenzaba a sonar por sus buenas cualidades. Fue la tarde en la que salió Marismeño, un toro de Murube que ostenta el registro de recibir cincuenta y una varas, “rosado, de cuatro años, flaco y sin pelechar, cornicorto, boyante”, según el corresponsal del Boletín de Loterías y Toros, jornada de la que ya nos ocupamos en la biografía de Juan Martín en este blog. Cuando cayó a los pies de La Santera, el morlaco fue paseado por el redondel mientras se tocaba un pasodoble en su honor. El veterano Martin recibió elogiosos comentarios, pero no parece que fuera una buena tarde para su acompañante. “La Jaqueta, temeroso y bailando siempre; estaría mejor con un par de palillos y una compañera bailando sevillanas”, lo despachó el crítico.

Giráldez ya se había presentado en Sevilla como novillero en marzo de ese año. Un mes después de su desafortunada actuación en Ronda lo haría en Cádiz en una corrida benéfica para la construcción de un asilo para pobres mendigos, con la participación de José Carmona Gordito y El Tato, en cuya cuadrilla figuraba nuestro protagonista como banderillero. Víctor Caballero y Valera, escritor y periodista gaditano, publicó un folleto para celebrar el acontecimiento titulado “Ya tienen casa los pobres”, en el que escribió un largo poema describiendo la corrida, con un verso que dice: “¿Quién tiene a la gente inquieta? Jaqueta”. A lo largo de su carrera siempre demostró más valor que prudencia.

Su trayectoria fue una montaña rusa. Hijo de un cabestrero que conducía ganado al matadero, nacido en 1837, desde pequeño se familiarizó con el comportamiento de las reses ayudando a su padre. Se aficionó a sortear toros en la dehesa de Tablada, aventuras en las que lo acompañaban Juan Martín y José Cineo Cirineo, con el que tendría competencia más tarde. Entre 1860 y 1861 comienza a despuntar como banderillero de algunos novilleros menores en plazas andaluzas y extremeñas. Pronto llama la atención de dos figuras como Manuel Domínguez y El Tato, que se lo lleva como miembro de su cuadrilla.

Cartel de la corrida celebrada el 8 de agosto de 1869. Archivo Real Maestranza de Caballería de Sevilla.

Ya como novillero adquiere mucha popularidad por sus particulares maneras, y actúa de media espada con Cayetano Sanz y Lagartijo. No le faltan contratas, y coincide varias tardes con su amigo José Cineo, con el que va a mantener una de las rivalidades más vehementes de la historia taurina en Sevilla, aunque olvidada. Entre 1867 y 1868 alcanza una virulencia extraordinaria, protagonizando numerosos carteles con los tendidos llenos para regocijo de la empresa, tardes en las que partidarios de uno y otro no era raro que llegasen a las manos. La competencia se repetiría también como matadores.

Esos años son tiempos revueltos en política, que culminan con la revolución de septiembre, llamada la Gloriosa, que conduce a Isabel II al exilio y al comienzo del Sexenio Democrático (1868-1874). Período que va a coincidir con los mejores años de Jaqueta. En mayo de 1869 José Carmona el Gordito le concede la alternativa en la Maestranza, que confirma en Madrid en septiembre apadrinado por Lagartijo, que le guarda estimación desde que ambos eran subalternos. Con estos avales firma una gran cantidad de corridas con todos los toreros importantes de la época, sobre todo por Andalucía, en las que luce su personalidad, su habilidosa forma de banderillear en todos los terrenos y un serio conocimiento de la lidia; sin alardes, pero eficaz con el capote, y con el uso de una muleta muy pequeña, que a la hora de matar solía arrojar para volcarse sobre los toros con un pañuelo o un reloj por toda defensa. Este alarde fue recogido en un poema de J.M. Villén en su libro de semblanzas taurinas: Gran valor tiene Jaqueta, /Pues llega hasta la locura; / Y con la mayor frescura, /Tira a veces la muleta: / Saca el bordado pañuelo, / Del bicho se pone enfrente, /Y á estocada, de repente, / Le hace rodar por el suelo.

En los intervalos solía retirarse al campo y practicar en cerrados. Ya era conocida y comentada su, al parecer, desmedida afición a la bebida, hasta el punto de que comenzaría pronto a pasarle factura. En 1874 comienza su particular calvario. En agosto mata al último toro que se lidió en la plaza de la Puerta de Alcalá llamado Miranda, berrendo en negro. No fue una corrida de las llamadas serias, para la clausura se organizó un espectáculo variopinto. Dos toros del duque de Veragua, dos novillos embolados, un toro picado en burro y banderilleado por dos hombres y dos mujeres, al que intentó dar muerte la veterana Martina García en la que sería su última actuación. Tenía sesenta años y una trayectoria de más de cuarenta, banderillera, protagonista de numerosas mojigangas y corridas mixtas, a la que se la conocía como Lagartijo mujeril. Según el Boletín de Loterías y Toros no pudo culminar la suerte suprema al ser “cogida y conmocionada”. La jornada finalizó con la suelta de ocho novillos para el público aficionado, “capeándose el último con luces de bengala”. El crítico Antonio Peña y Goñi, espectador aquel día, no guardó buena memoria del último acto de un templo donde había visto a los mejores: “¡Triste espectáculo en verdad! Una cuadrilla de harapientos comparsas dirigida por Jaqueta, cuatro mujeres grotescas y repugnantemente disfrazadas, un tal Morrito y otro tal Setale subidos en zancos…”

Jaqueta entró en crisis en octubre del mismo año, aquejado de “enfermedad mental” y se retiró de los ruedos. Tres años permaneció apartado, hasta que un tanto restablecido, con la ayuda de aficionados y toreros consiguió unas corridas en calidad de novillero. Su mentor de entonces y consejero era el veterano torero Manuel Arjona, que en una de estas novilladas estuvo ausente, lo que le produjo a Jaqueta una gran inquietud. Ramírez Bernal recoge el extraño brindis que realizó, en el que se advierte un trastorno: “Señó presiente: brindo por usía, por su acompañamiento. Manolo dijo que iba a viní y no ha vinío. Er toro las trae; veremos lo que aquí va a pasá esta tarde”.

Corría el año 1877 y el caso es que en su reaparición en Sevilla entusiasmó, y consiguió repetir triunfos en la misma plaza y en otras de Andalucía, hasta que en septiembre Lagartijo le concedió su segunda alternativa en la Maestranza. No estuvo mal en sus dos toros, jaleado generosamente por sus partidarios, aunque en el segundo que cerraba plaza se enredó con la espada empecinado en su costumbre de hacerlo sin muleta y sustituirla por un reloj, metió numerosos pinchazos y terminó con un bajonazo. Ciertas voces reclamaron que no se podía permitir que un enfermo mental saliera a los ruedos. “Los que se creían -¡ilusos!- que el chiflado Jaqueta pudiera vencer a Rafael, quedaron humillados y confusos. De nada servían las tonterías de Jiráldez”, escribió Ramírez Bernal.

A partir de entonces consiguió alargar su carrera unos cuantos años más a medida que avanzaba el proceloso siglo XIX español, toreando cada vez menos mientras se lo permitían sus desvaríos, por los que ganó fama de borracho y de loco a partes iguales, sufriendo dos cornadas de importancia y alternando más con novilleros que con toreros o en espectáculos menores, como el que protagonizó ya en franca decadencia en Sevilla en 1886, una becerrada en la que intervenía una cuadrilla de “negritos, mulatos y blancos” como reza el cartel, con la actuación entre otros de un tal Mulato de la Alameda.

A pesar de todo en Sevilla seguía teniendo cartel, y allí toreó por última vez en septiembre de 1890 con el Boto y con Reverte. Como fue muy aplaudido se quiso repetir su convocatoria, pero su estado debía ser tan alarmante que el mismo gobernador de la provincia no concedió permiso. En 1892 se refugió en casa de una hermana en La Línea de la Concepción, sumido en su extravío hasta su fallecimiento en 1902.

Lagartijo, que tenía por él gran cariño, declaró en una ocasión: “Jaqueta estaba llamado a quitarle los moños a más de cuatro y el pobre perdió la cabeza”.

Bibliografía

Velázquez y Sánchez.  Anales del toreo.  Imprenta y ed. Juan Moyano, Sevilla, 1868.

J. M. Cossío. Los toros. Tratado técnico e histórico, vol. III. Espasa Calpe, Madrid, 1943.

Sánchez de Neira, J. El toreo: gran diccionario tauromáquico. Madrid: Imprenta y librería de Miguel Guijarro, Ed., 1879

Sicilia de Arenzana, Francisco. Las corridas de toros: su origen, sus progresos y sus vicisitudes. Madrid: [s.n.], 1873 : imprenta y litografía de N. González

Tárrago y Mateos, Torcuato. Reseña histórica de la plaza de toros de Madrid construida en 1749 y derribada en 1874. Madrid: [s.n.], 1874 : Imprenta de Manuel Minuesa.

Villén, Juan Manuel. Semblanzas taurinas y de personajes ilustres y deslustrados. Sevilla: Librería de José G. Fernández, 1886

Peña y Goñi, Antonio. Lagartijo y Frascuelo y su tiempo. Madrid: [s.n.], 1887 : Imprenta y Litografía de Julián Palacios.

Ramírez Bernal, Aurelio. Los grandes sucesos de la vida taurómaca de Lagartijo. Málaga: [s.n.], 1901 : Imprenta de Zambrana Hermanos.

Caballero y Valero, Víctor. Ya tienen casa los pobres. Cádiz : [s.n.], 1864: Imp. de Filomeno F. de Arjona

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