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Ronda, 7 de noviembre de 2024
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Toreros históricos en la Plaza de toros de Ronda (XXIV). Cayetano Sanz, el torero elegante.

Cayetano Sanz fue el primer torero de Madrid que pudo competir de igual a igual con los andaluces, dominadores absolutos del escalafón y del negocio desde los orígenes de la tauromaquia moderna. Natural del barrio de Arganzuela, vino al mundo en 1821. Fallecido su padre antes de nacer, criado por sus abuelos, después de la instrucción básica lo metieron de aprendiz del oficio de zapatero cuando cumplió los diez años.

Plaza de madera del barrio de Saint-Esprit, Bayona, 6 de agosto de 1854. Desde el palco engalanado de la presidencia junto a su esposo Napoleón III, la granadina Eugenia de Montijo, Emperatriz de Francia, agita su delicado pañuelo bordado para que los clarines anuncien el comienzo del tercer tercio en una corrida de toros. No es un acto rutinario. Se estaba autorizando por primera vez en Francia que una corrida se rematara “a la española”, con la muerte del toro.

El torero español que “inaugura” ese rito en suelo francés es Cayetano Sanz, de Madrid. Le acompaña en el cartel el también madrileño Gonzalo Mora, un torero más significado por lo que hacía fuera de la plaza que dentro. Antes de ejecutar la suerte suprema, Cayetano había encandilado al público presente y a los monarcas con un uso del capote y la muleta que desprendía el aroma de una escuela clásica, producto de su aprendizaje en las mejores fuentes.

Cayetano Sanz fue el primer torero de Madrid que pudo competir de igual a igual con los andaluces, dominadores absolutos del escalafón y del negocio desde los orígenes de la tauromaquia moderna. Natural del barrio de Arganzuela, vino al mundo en 1821. Fallecido su padre antes de nacer, criado por sus abuelos, después de la instrucción básica lo metieron de aprendiz del oficio de zapatero cuando cumplió los diez años. Semejante futuro no fue de su agrado, y pronto se relacionó con la chavalería que gustaba de jugar a los toros y se asomaba a las corralizas del cercano matadero, apuntándose a participar en todos los festejos que tenían lugar en los pueblos cercanos. Según varios testimonios, desde el principio llamó la atención por su empaque en aquellas alborotadas novilladas y becerradas populares, en las que los mozos aspirantes echaban el capote y después salían corriendo. Él, en cambio, recibía la embestida sosteniendo el engaño con las dos manos y se quedaba quieto a repetir el lance, como había visto hacer al gran Montes en alguna ocasión.

Cayetano Sanz. “La lidia: revista taurina”. Año II, n. 2, 30 de marzo de 1883. Biblioteca-RMR

Se cuenta que en una novillada en Aranjuez hacia 1844 llamó la atención del duque de Veragua, propietario del ganado, que decidió ponerlo bajo su protección. Le encomendó su adiestramiento a un personaje singular, el afamado banderillero José Antonio Learte Calderón Capita. Natural de Carmona, nacido en 1798 en el seno de una distinguida familia sevillana, recibió una esmerada educación pero acabó por desclasarse para entregarse a la aventura taurina. Había conocido a Cándido y Curro Guillén,  miembro ilustre de la cuadrilla de Montes primero y de Chiclanero  después, que lo escuchaban por su sabiduría; era tuerto pero no había nadie mejor con las banderillas y con su conocimiento de la lidia.

De modo que el joven Cayetano no pudo tener mejor maestro, quien lo adiestró toreando de salón para conocer los vuelos de los trapos y ajustar el cuerpo. Sus lecciones no cayeron en saco roto por la predisposición y natural desenvoltura del discípulo. Poco a poco fue ganando un hueco entre los mejores. Durante un tiempo, seguramente por mediación de Capita, formó parte de la cuadrilla del Chiclanero, y según ciertos datos, aunque las fechas bailan un poco, se considera que debutó en Madrid como espada con Cúchares y Julián Casas el Salamanquino en 1848 o 1849.

Fue el primer torero castellano en ganarse el respeto de las plazas de Sevilla y de la provincia de Cádiz, superando la displicencia con la que esas aficiones recibían a los foráneos. Alternó con Montes y Redondo sin desmerecer con las verónicas, navarras y tijerillas de su capote y su buena mano con la muleta, aunque en la suerte suprema siempre tuviera dificultades y empleara demasiado tiempo en decidirse. Por las enseñanzas de Capita era eficaz con las banderillas y también practicó en ocasiones el salto al trascuerno.

A lo largo de la década de los cincuenta su carrera se fue afianzando y Madrid encontró al fin un torero del que enorgullecerse. De su evolución dan fe unas sucesivas crónicas de la revista El Enano, siempre exigentes: “Cayetano Sanz es un joven que promete adelantar en el arte, pero en el día no es lo que él se piensa y muchos le quieren hacer creer” (1851); “En Cayetano encontramos, cuando sus toros mató, sabios compases y calma, destreza, ciencia y valor” (1853);  “El espada Cayetano Sanz ha dirigido la plaza como cumple a un primer espada y según aconseja el arte” (1855).

Cayetano en los lances de capa. “La lidia: revista taurina”. Año VI, n. 29, 17 de octubre de 1887. Biblioteca-RMR

Cuenta el que fuera director de la revista La Lidia, Sánchez de Neira, que en 1856 le vio hacer lo que no había visto hacer a nadie: “Irse al toro con la muleta y el estoque, después de ordenar que todos los lidiadores, tanto de a pie como de a caballo, se retirasen del ruedo, y allí, solo, en los medios o en las tablas, trastear admirablemente sin mover los talones, dando alguna vez en esta postura, y sin moverse, hasta seis pases en redondo”. Estaba describiendo el toreo de ligazón mucho antes de que naciera. De esa costumbre de quedarse solo existe una anécdota, una tarde que alternaba con Cúchares, rival suyo en la arena y en los despachos en los que se urdían las contratas. Ante las dificultades que Cayetano encontraba para acabar con un toro refugiado en tablas, su peón, Regatero, otro de los grandes banderilleros de época, se acercó a Cúchares para pedirle que le ayudara. El sevillano contestó con su habitual guasa: “¿Pa qué, si a icho que no necesita a naide? Éjalo que se divierta”.

Toreó con éxito y en compañía de los mejores en todas las plazas, alternando con Arjona Guillén, Antonio Sánchez el Tato, Manuel Domínguez Desperdicios, Antonio Carmona el Gordito y con el infortunado Pepete, con el que compartía cartel en 1862 en la corrida que terminó con su vida. Hizo las Américas en La Habana y Méjico, repitió en Francia, dio la alternativa a Lagartijo y en el ocaso de su carrera compitió con él y con Frascuelo. Se retiró en 1877, achacoso y con goteras, pero aún así intervino en los festejos reales por la boda de Alfonso XII y María de las Mercedes un año después.

Discreto, educado, cuidadoso con sus ganancias se retiró a su finca de Villamantilla, cercana a Madrid.  Durante una novillada en el pueblo a la que asistía, comentó alguna de las actuaciones de los jóvenes maletillas. Uno de ellos, alterado, se dirigió a él de forma destemplada. “Tío viejo, ¿por qué no baja y lo hace?”. Cayetano aceptó la invitación, cogió el capote y le dio al novillo varias verónicas sin mover los pies. Después de aquella lección magistral, el novillero preguntó quién era. Al enterarse se apresuró a pedirle perdón, disculpas que el maestro aceptó sin rencor. En sus últimos años vivió acompañado del cariño y la consideración de la gente, hasta su fallecimiento en 1891. Como sostiene Nestor Luján, “su mesura y su arte llegaron casi a demostrar que la elegancia es una necesidad”.

Bibliografía

J. M. Cossío. Los toros. Tratado técnico e histórico, vol. III. Espasa Calpe, Madrid, 1943.

Velázquez y Sánchez. Anales del toreo. Imprenta y ed. Juan Moyano, Sevilla, 1868.

J. Sánchez de Neira. El Toreo. Gran diccionario tauromáquico. Imprenta de Miguel Guijarro, Madrid, 1879 (Turner, Madrid, 1988).

Bellver Cano, José. La proyección de nuestra fiesta al exterior. El Ruedo, año XI, nº 549, 30 diciembre 1954, Madrid.

Gómez de Bedoya. Historia del toreo y de las principales ganaderías de España. Madrid, 1850. Publicado por Egartorre Libros, Madrid, 1989.

Luján, Nestor. Historia del toreo. Ed. Destino, Barcelona, 1954 (Destino, Barcelona 1993, 3.ª ed.)

Antonio García-Baquero. Razón de la tauromaquia. Obra taurina completa. (Pedro Romero de Solís, coord). Fundación Real Maestranza de Caballería de Sevilla, Fundación de Estudios Taurinos, Universidad de Sevilla, 2008.

N. Rivas Santiago. Toreros del romanticismo (anecdotario taurino), pról. de J. Belmonte,  Aguilar,  Madrid, 1947 (Aguilar, Madrid,1987).

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