EL BLOG

· DE LA REAL MAESTRANZA DE CABALLERÍA DE RONDA ·

Ronda, 4 de diciembre de 2024
Buscar

Biblioteca-RMR: Nº 77. Los juegos ecuestres en el tratado de equitación de Manoel Carlos de Andrade. Abril 2020.

· ARTÍCULO ·
· BIBLIOTECA DE LA REAL MAESTRANZA DE CABALLERÍA DE RONDA ·
· ABRIL 2020 ·

· FONDO EQUITACIÓN ·

Desde mediados del siglo XVI hasta finales del siglo XVIII, de los talleres tipográficos de media Europa surgieron numerosos tratados que tenían como finalidad la difusión de las técnicas necesarias para el conveniente adiestramiento de los caballos, tanto desde el punto de vista de la doma clásica, como de su aplicación en el campo de batalla.

Así, una larga lista de autores volcaron sobre incontables páginas sus conocimientos y experiencias. Muchos de sus nombres han llegado hasta nuestros días, al igual que algunas de las técnicas que establecieron para el mejor manejo del «noble bruto».

Así, en el siglo XVI podríamos citar al italiano Federico Grisone (1507-1570) y el español Pedro de Aguilar (1515-1580); en el siglo XVII a los alemanes Georg Engelhard von Löhneyss (1552-1622) y Johann Jacob von Wallhausen (1580-1627), el francés Antoine de Pluvinel (1552-1620), el inglés William Cavendish, duque de Newcastle (1592-1676) y el español Gregorio de Tapia y Salcedo (1617-1671); y en el siglo XVIII al francés François Robichon de La Guérinière (1688-1751), el español Bruno José de Morla Melgarejo (fl. 1737-1738) y el portugués Manoel Carlos de Andrade (1755-1817); entre otros.

Luz da liberal, e nobre arte da cavallaria (Lisboa, 1790). Biblioteca-RMR.

Precisamente éste último es el autor de la obra titulada «Luz da liberal, e nobre arte da cavallaria» [Luz del liberal y noble arte de la caballería], publicada en Lisboa por la Imprenta Real portuguesa en 1790. Dividida en diez libros o capítulos, contiene XXVI + 454 páginas, utilizándose en su producción papel de alta calidad. Se imprimieron un total de 1.000 ejemplares (800 copias fueron para el autor y el resto se quedaron en los talleres reales).

Manoel Carlos de Andrade fue alumno de uno de los maestros ecuestres más famosos y reconocidos de la época, Pedro de Alcântara de Meneses, IV marqués de Marialva (1713-1799). En su obra, escrita cuando Andrade era ya maestro picador del Picadero Real portugués, además de transmitir los conceptos de su maestro, también los comparó con las enseñanzas de tratados precedentes como los de Pignatelli, La Guérinière y Newcastle.

No solo trató de dar una visión general del arte de montar a caballo en su tiempo (desde los movimientos básicos hasta los aires altos, máxima expresión de la equitación barroca), sino que también recogió todo lo referente a la cría, el mantenimiento, la biología, la veterinaria o el equipo. Así, su obra está considerada el más importante tratado portugués sobre arte ecuestre (y uno de los principales en el contexto europeo). Incluso la actual Escola Portuguesa de Arte Equestre está basada en él.

Se le considera una de las fuentes más importantes para el estudio de la equitación clásica europea y los orígenes de la doma moderna. También es el primer trabajo de literatura ecuestre que intenta un enfoque científico totalmente multidisciplinar para el entrenamiento y la equitación, basado en el conocimiento contemporáneo de anatomía, psicología conductual y otros campos.

Marcó la apoteosis de un arte en el que los primeros cinco reyes de la dinastía Braganza, sus familias y los nobles de sus cortes se habían esforzado por sobresalir, y en el que los caballos que criaron y entrenaron jugaron un papel decisivo.

Hay algunos autores que apuntan la posibilidad de que la obra en realidad fuese escrita por Pedro de Alcântara, si no de forma completa por lo menos sí en su parte técnica, aunque no quisiera poner su nombre al frente de la misma. No en vano, en Portugal a la disciplina de montar a caballo se le llama «el arte de Marialva». Por extensión, también se utiliza esta expresión en ocasiones para referirse al toreo a caballo.

Desde el punto de vista de la impresión, el libro es la obra maestra de las prensas portuguesas del siglo XVIII, tanto por su magnífica tipografía como por la impresionante belleza de sus 94 láminas, 22 de ellas plegadas. Un auténtico tesoro gráfico. Con el tiempo, la calidad de las estampas trajo como consecuencia negativa que muchos ejemplares perdieran sus grabados para que estos terminaran enmarcados y colgados de las paredes.

Los ilustraciones se debieron al dibujo del artista Joachim Carneiro da Silva, mientras que los grabadores Gaspar Fróis Machado, Manuel Alegre o Luis Fernández Piedra, entre otros, fueron los encargados de preparar las planchas para su posterior estampación calcográfica. Las láminas representan retratos ecuestres del infante José (heredero de la corona y a quién iba dedicada inicialmente la obra antes de morir), el infante João (futuro João VI, y a quién finalmente se dedica el tratado) y el IV marqués de Marialva, así como diferentes ejercicios de doma ejecutados por el cuerpo de picadores.

Así mismo, el libro presenta una excepcional serie de representaciones de juegos ecuestres, recogidos con detalle en esta entrada. El conjunto forma parte del Libro IX, reflejando el autor las «cualidades que los cavallos deben tener para estos ejercicios: y la forma, por qué deben hacer todo el esfuerzo de escaramuças, y más festejos pertenecientes a esta arte».

Los ejercicios ecuestres se desarrollaron en Europa por la caballería desde la Edad Media como una forma de entrenamiento para la batalla. Así, desde las justas y torneos medievales se fue evolucionando hacia otro tipo de actividades que reportaban menos riesgo para la integridad de los participantes. No obstante, en la península Ibérica la tradición ancestral del enfrentamiento con el toro bravo se mantuvo durante largo tiempo, pese a los peligros que acarreaba. Con el paso del tiempo y la progresiva pérdida de importancia de la caballería militar, los ejercicios fueron perdiendo su finalidad guerrera para convertirse en muestras públicas de representación y enaltecimiento de las élites, derivando más en un espectáculo.

La colección de juegos ecuestres que presenta Andrade (nos encontramos a finales del siglo XVIII) responden exactamente a este último concepto. El autor se encarga de recoger y desglosar pormenorizadamente todo un conjunto de ejercicios que se encuentran reglamentados al detalle. Describe cómo los caballeros deben realizar escaramuzas y otras batallas simuladas ecuestres y juegos diseñados para desarrollar sus habilidades en el uso de diferentes armas y para probar tanto su agilidad como la de sus monturas. Estas actividades llegaron a ser tan habituales en la corte portuguesa, que en muchas casas de campo los nobles disponían de un cuadrilátero de muros altos (apreciables en los grabados) para el desarrollo de estos juegos.

Estampa LXXXVI. Seis Cavalleiros correndo lanças decontoadas para a direita. Página 415.
[Grabado suelto acuarelado a mano de la Colección-RMR]

En el juego de las lanzas, los jinetes simulaban un enfrentamiento golpeándose con ellas, a la vez que también servían para evitar el impacto.

Estampa LXXXVII. Dous Cavalleiros correndo Parelhas; e o modo de pôr em prática o desafio das Alcanzias. Página 418.
[Lámina del ejemplar de la Biblioteca-RMR]

En el juego de las parejas, los jinetes portaban sus espadas, que hacían chocar de forma controlada, simulando un combate con armas blancas.

Estampa LXXXVIII. Dous Cavalleiros correndo Alcanzias. Página 420.
[Grabado suelto acuarelado a mano de la Colección-RMR]

El juego de las alcancías consistía en lanzarse pequeñas bolas huecas de barro seco, rellenas de pétalos de flores o cenizas de colores. Los jinetes tenían que defenderse del impacto protegiéndose con el escudo, que normalmente iba decorado con algún motivo heráldico que hacía referencia a su portador.

Estampa LXXXIX. Dous Cavalleiros correndo canas para a direita. Página 422.
[Lámina del ejemplar de la Biblioteca-RMR]

En el juego de cañas, los jinetes simulaban una acción bélica o de combate, tirándose las cañas unos a otros a modo de lanzas o dardos, intentando evitar su impacto.

Estampa XC. Dos Cavalleiros correndo aos Pombos. Página 422.
[Grabado suelto acuarelado a mano de la Colección-RMR]

En el juego de las palomas, el jinete tenía que lanzar su caballo a la carrera, e intentar ensartar con la lanza alguna de las aves que permanecían colgadas de un poste. 

Estampa XCI. O Cavalleiro correndo ao Estafermo. Página 425.
[Grabado suelto acuarelado a mano de la Colección-RMR]

En el juego del estafermo el jinete, pertrechado con una lanza y lanzando su caballo a la carrera, debía golpear el escudo de un muñeco que descansaba sobre un soporte con un eje, evitando a su vez que el maniquí le golpeara con el látigo que portaba en su otro brazo al girar impulsado por el primer impacto.

Estampa XCII. De varios Cavalleiros, correndo as Cabeças. Página 426.
[Lámina del ejemplar de la Biblioteca-RMR]

El juego de las cabezas era el más complicado y difícil de realizar. En él cada jinete tenía que realizar una serie de pruebas de forma ordenada a lo largo de un recorrido fijo, con el mayor acierto y lo más rápido posible. Primero, con la lanza tenía que ensartar una anilla suspendida de un poste; a continuación, tenía que hacer diana con la jabalina en una tabla de madera con la cabeza de Medusa; en tercer lugar, con la pistola tenía que disparar a una cabeza de Polifemo; por último, con la espada debía atravesar una cabeza de Tipheus colocada en el suelo, alzándola al cielo en caso de éxito.

Ficha bibliográfica

Luz da liberal, e nobre arte da cauallaria, offerecida ao senhor d. Joâo principe do Brazil / por Manoel Carlos de Andrade… — Lisboa : na Regia Officina Typografica, 1790. — XXVI, 454, [2] p., [94] h. de lám. ; Fol.
Fondo Propio — CB1025432 — Enc. piel, nervios, tejuelo, hierros dorados en lomo.

Deja una respuesta

Aviator Plinko