Para cerrar la Semana de la Arquitectura, promovida por la Unión Internacional de Arquitectos para la celebración del Día Mundial de la Arquitectura, queremos sumarnos publicando un texto titulado “Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Ronda”, del arquitecto rondeño Diego Albarracín Giménez, que forma parte del libro “Homenaje a los toreros rondeños Niño de la Palma y Antonio Ordóñez” (1996). En él se pone en valor las características arquitectónicas de nuestra plaza de toros y la importancia histórica que en ella reside.
La Real Maestranza de Caballería de Ronda tomó el acuerdo de hacer un edificio para los ejercicios a caballo y fiestas de toros en 1754. Éstos se venían celebrando en el Ruedo de la Alameda de San Francisco y en la Plaza de la Iglesia de Santa María la Mayor, para posteriormente pasar a la plaza de toros.
Aunque antes de la finalización de las obras de la misma se organizaron festejos en ella, oficialmente fue inaugurada el 19 de mayo de 1785, por la celebración del cumpleaños del Infante Don Gabriel (Hermano Mayor de la Real Maestranza de Ronda), con una corrida en la que intervinieron los espadas Pedro Romero y Pepe Hillo.
Juan José Moreti. “Historia de L.M.N.Y.M.L ciudad de Ronda” (1867). Biblioteca RMR
La plaza se construye a las afueras de la ciudad, en un llano despejado. Puede considerarse el edificio existente más antiguo construido ex profeso para estos festejos, sin vinculación a viviendas o eremitorios. Para la construcción de la plaza fueron muy importantes los ejes octogonales. La puerta principal estaba situada frente a la presidencia, sobre el eje del Puente Nuevo, en construcción, hasta el Palco Real y la puerta de chiqueros.
La planta es circular, formando su estructura tres anillos concéntricos, siendo el exterior y el medio muros de piedra con mortero de barro y cal. El anillo interior, con un diámetro de 64,45 m, está formado por un pórtico continuo de arcos.
Proyecto de restauración de la plaza de toros por el ingeniero civil Carlos Lamiable (1867). Archivo RMR
El interior presenta una doble arquería superpuesta de piedra arenisca de tono amarillento que le da una textura y color peculiar. Esta arquería esta formada por arcos muy rebajados sostenidos por columnas toscanas. El segundo cuerpo es más bajo que el primero y con una barandilla de hierro forjado entre columnas. Los cuatro arcos correspondientes a los dos ejes principales son mayores que el resto, destacando el arco del Palco Real por su profusa decoración floral y sus columnas de tambores estriados. Coincidiendo con la vertical de cada columna, sobre la cornisa, presenta unos pináculos de piedra a modo de antorchas. Las gradas de la planta baja eran de madera de pinsapo, y la planta alta toda de palcos, sin gradas, recordando esta disposición a las plazas públicas preparadas para los festejos taurinos y a caballo. El primer cuerpo de columnas arranca sobre una base de pared de piedra, al modo de los anfiteatros, pero franqueadas con aberturas para acceder desde las gradas al ruedo.
Fotografía: Juan Jesús Pan
La barrera se construye con posteridad, destacando su composición de piedra y madera, reduciendo la medida actual a 60 m.
La composición de la fachada exterior, en planta alta, era una sucesión de macizos y huecos con antepechos de barandilla. Contrasta el estado actual de carácter popular frente a la nobleza de la piedra interior, viendo en ello, algunos, la doble vertiente en las formas de la cultura taurina. La puerta principal se trasladó a su estado actual en la calle Virgen de la Paz, rompiendo el esquema del eje principal antes mencionado. Esta modificación se debió a la construcción del antiguo Teatro Vicente Espinel, hoy desaparecido.
La puerta resulta de gran monumentalidad gracias a las dos grandes columnas toscanas que la delimitan y que sostienen el entablamento. En el centro del tímpano está el escudo de España del reinado de Carlos III.
Fotografía: Juan Jesús Pan
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