En la noche del 4 de noviembre de 1874 un ladrón emboscado en el interior de la catedral de Sevilla recorta con un cuchillo una porción del cuadro de Murillo La visión de San Antonio de Padua, obra de grandes dimensiones pintado en 1656 para la gran Capilla Bautismal. En concreto, la zona inferior derecha del lienzo, que representa la imagen del santo. El ladrón aprovecha la apertura del templo a primera hora para confundirse con la gente y desaparecer.
Esta porción del lienzo aparecerá en Nueva York poco después, en poder del anticuario Williams Schaus, que pagó 50 dólares al autor del robo. Reconocido por el experto, se puso en contacto con el cónsul español Hipólito Uriarte y el fragmento pudo regresar a Sevilla a los cuatro meses del atentado. La delicada operación de restitución se le encargó a uno de los mejores restauradores del Museo del Prado, a pesar de tener solo veintinueve años, el pintor Salvador Martinez Cubells, autor de un retrato del Rey Alfonso XII que se exhibe en la galería de cuadros de la Sala dedicada a la historia de la Real Maestranza de Ronda.
Alfonso XII. Salvador Martínez Cubells, 1882. Sala de Historia de la Real Maestranza de Caballería de Ronda.
Hijo y padre de pintor, nació en Valencia en 1845, aprendiendo el oficio en el taller de su progenitor, enseñanza que completaría con sus estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de su ciudad natal. En 1864, en compañía de otro pintor de la vertiente realista de la época, Antonio Muñoz Degrain, se instala en Madrid, donde pronto tiene cierto reconocimiento por sus obras de carácter costumbrista, aunque no estuvo exento de estrecheces económicas. En 1869 gana la plaza de primer restaurador del Museo del Prado. Él mismo se definiría siempre como restaurador y pintor, por ese orden. Restauró a lo largo de veintiséis años más de dos mil obras de los fondos del museo.
Fue participante activo en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, tanto como expositor, con distintas menciones de honor y medallas, como miembro de jurados en las distintas disciplinas de las convocatorias. Cultivó el retrato, de los que llegó a hacer cerca de quinientos de personalidades relevantes de la sociedad, como de Alfonso XII, uno de ellos conservado en el Prado. También se dedicó a la pintura de temática historicista, corriente que se puso en boga a finales del XIX.
Ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1891, y al término de su labor en la primera pinacoteca del país, se dedicó a la enseñanza como profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid. Autor muy reconocido, fue laureado con distintas honras, como caballero de la Real Orden de Carlos III o de la Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica, entre otras, y condecorado con la Medalla de Alfonso XII de Plata.
Por su minuciosa labor en la restauración del San Antonio de Murillo fue nombrado Hijo Predilecto y Adoptivo de la ciudad de Sevilla, en señal de gratitud por el feliz desenlace de un acontecimiento que conmocionó a la sociedad. Aún hoy, aunque de forma casi imperceptible, se puede advertir la huella de aquella difícil restitución, que mereció todos los elogios académicos.
Bibliografía
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M. Ossorio y Bernard. Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX .Moreno y Rojas, Madrid, 1883-1884; Giner, Madrid, 1975.
J. M. Arnáiz, J. López Jiménez y M. Merchán Díaz. Cien años de pintura en España y Portugal (1830-1930). Antiquaria, Madrid, 1988-1993.
VV.AA. Prólogo de Fernando Chueca Goittia. La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir, Sevilla 1984.López de Haro, Marina. Diccionario biográfico. Real Academia de la Historia. Debe.rah.es.