En la sala de la plaza de toros dedicada a la historia de la Tauromaquia se encuentra este cartel de 1792, que anuncia funciones en las que intervienen los hermanos rondeños Pedro, José (Josef) y Antonio Romero en la plaza de Madrid. Ese año, dos meses después de estas funciones taurinas iba a cristalizar la Revolución Francesa iniciada en 1789 con el asalto a las Tullerías, la abolición de la monarquía y la proclamación de la Primera República en el vecino país. Europa entera experimentaba sacudidas de consecuencias históricas. En España, bajo el reinado de Carlos IV, por la dirección de los asuntos de Estado se suceden el conde de Floridablanca, el conde de Aranda y Manuel Godoy. Es también el año en el que se acuña por primera vez el dólar.
Cartel horizontal, tipográfico, sin ilustración alguna, se compone con tipos romanos en la parte superior, con la particularidad de mayúsculas perladas (unos círculos pequeños) para resaltar la zona de la autoridad real, enmarcado el conjunto con orlas de líneas paralelas con un ligero adorno floral en las esquinas, mientras que los campos de información están separados por sencillos filetes. Se caracteriza por la apariencia habitual del “cartel primitivo” del siglo XVIII, modelo que se mantendrá sin muchas variaciones hasta bien entrado el siglo XIX.
Cartel corrida de toros. (Madrid, 1792). Archivo-RMR.
Su estructura piramidal, propia del Antiguo Régimen, refleja el orden social de la época. En orden superior El Rey, apoyado en la fecha que se “ha servido señalar” y el motivo benéfico que anima a la celebración del festejo “por su real piedad”; a continuación la autoridad competente que presidirá la función, el Corregidor de la Villa, por encima de la relación de ganaderos y sus divisas, habitualmente emparentados con la nobleza. A continuación se menciona el gremio profesional de los protagonistas, en primer lugar los picadores o varilargueros, reminiscencia de la preeminencia que tenían los caballeros o jinetes en otros tiempos, y que anteceden a los que ya eran las principales figuras de la función, los toreros a pie para los que estaba reservada la suerte suprema y el fervor popular.
Por último, las habituales recomendaciones y advertencias dirigidas al pueblo llano, público tumultuoso y levantisco que podía enredarse en refriegas violentas o en el lanzamiento de todo tipo de objetos a la arena. En el caso que nos ocupa, las indicaciones están dirigidas a mantener el orden en las localidades, por las que se aconseja a los que tengan asientos reservados custodiarlos por criados o sujetos de confianza “siempre que no sean muchachos desconocidos”, medida orientada para que la gente no invada zonas que no les corresponden. Finaliza el impreso con el lugar donde estará el ganado antes del encierro y el horario de las corridas de mañana y tarde.
El escenario es la antigua plaza de la puerta de Alcalá, edificada y costeada por Fernando VI en 1754 y que fue entregada a los Reales Hospitales Generales para la obtención de fondos para obras de beneficencia. Las fiestas de toros eran ya un negocio floreciente como fuente de ingresos para diversos fines de interés general. Es la segunda de la tanda de corridas que Pedro Romero protagonizaría ininterrumpidamente en Madrid alternando con sus hermanos o con Pepe Hillo desde 1791 a 1799, año de su retirada.
Vista de la Plaza y corrida de toros en Madrid de Antonio Carnicero. “El siglo de oro de las tauromaquias. Estampas taurinas 1750-1868” (Madrid, 1989). Biblioteca-RMR
El cartel anuncia que los seis toros de la mañana los picarán el renombrado Juan López, del que ya nos ocupamos en entrada anterior, presente en la cogida mortal de Pepe Hillo en 1801, y el notable Miguel Pérez, del que cuenta una crónica del año siguiente, también con Pedro Romero, que al caer del caballo quedando al descubierto agarró un capote y “le dio tres verónicas y una navarra que no solo pararon al toro sino que lo hicieron hocicar”. Para la tarde figura Bartolomé Carmona, al que se llegó a considerar hijo de Ronda por su amistad con los Romero, especialmente con José, y que moriría dos años después en la misma plaza al desnucarse derribado de un caballo. Junto a él, Alfonso García Colmillo, habitual con los Romero, y otros dos varilargueros de nombradía como Pablo Ortega y Manuel Cañete. De los 18 toros que se lidiaron, dos serían estoqueados por Vicente Estrada, banderillero de larga trayectoria siempre con los mejores, que en algunas fechas actuó de media espada, y Estevan Pérez, del que no abundan referencias.
En este cartel, en el que los que los hijos de Ronda se enseñoreaban de la plaza de Madrid, no figuran los componentes de las cuadrillas pero se sabe que este año se presentó como banderillero el gran Jerónimo José Cándido, cuñado de Pedro Romero, y que en la corrida del año siguiente ya lo hizo como sobresaliente; también actuaron Manuel Rodríguez Nona Nonilla, de larguísima y aplaudida trayectoria, subalterno habitual de Costillares; Antonio de los Santos, que llegó a ser matador y que al principio de su carrera se hacía llamar Ojos grandes; Cristóbal Díaz el Manchego o Mancheguillo, lidiador habitual de la cuadrilla de Pepe Hillo o los Romero, que pasado el tiempo actuó en 1811 en alguna mojiganga en la que ofrecía cantar y tocar la guitarra montado en un toro mientras le ponían banderillas de fuego; y los menos conocidos Estevan Herrera el Cerrajero y Nicolas de Ugartemendia.
Pedro Romero se retiraría en 1799, al final de esta serie de actuaciones, compartiendo cartel con Pepe Hillo y su hermano Antonio Romero, muerto en 1802 en la plaza de Granada por cornada del toro Ollero de la ganadería del marqués de Tous. José Romero, que rivalizaba con su hermano Pedro y llegó a enemistarse con él (ambos retratados por Goya) intervino en la corrida en la que murió Pepe Hillo en 1801 y se retiraría al decretarse la prohibición de las corridas de toros de Godoy. En 1818 volvería a salir al ruedo en Madrid, invitado con 73 años a torear un toro.
Bibliografía
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