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Ronda, 25th April 2024 19:30
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Toreros históricos en la Plaza de Toros de Ronda (IX). Francisco Montes, Paquiro, el torero crucial (I)

Se entiende por crucial una situación o elemento determinante, que traza la frontera entre un antes y un después en cualquier disciplina de la actividad humana, y la figura de Francisco de Paula José Joaquín Juan Montes Reina Paquiro, nacido en la gaditana Chiclana de la Frontera en 1805, lo fue y así se sigue considerando para la historia de la Tauromaquia.

Se entiende por crucial una situación o elemento determinante, que traza la frontera entre un antes y un después en cualquier disciplina de la actividad humana, y la figura de Francisco de Paula José Joaquín Juan Montes Reina Paquiro, nacido en la gaditana Chiclana de la Frontera en 1805, lo fue y así se sigue considerando para la historia de la Tauromaquia.

Los historiadores y cronistas que pudieron verlo en los ruedos lo atestiguan, los estudiosos posteriores lo corroboran a la luz de indagaciones y nuevos testimonios. Los epítetos se suceden: correcto, caballeroso, serio, sereno, duro, valiente, ágil, profesional, dotado de destreza y elasticidad, inteligencia, presencia de ánimo, vista y conocimiento. Rey y Napoleón de los toreros, faro que ilumina los ruedos con luz intensa a lo largo de dos décadas del levantisco siglo XIX español y que trasciende su figura para encarnar a un héroe popular, romántico y liberal.

En su Enciclopedia taurina lo afirma con rotundidad alguien que no pudo verlo, José Silva Aramburu (1896-1960), autor teatral, periodista y crítico taurino, que fuera redactor jefe de la revista La Lidia: “La historia del toreo a pie se subordina en el siglo XIX a un suceso fundamental, capital, casi exclusivo: la aparición de Francisco Montes. Todo lo que antecede es su preparación. todo lo que sigue su consecuencia».

Fco. Montes, Paquiro. “La Lidia”, año II, nº 4, 9 de abril de 1883. Biblioteca-RMR

Fue un tratadista que en su obra Tauromaquia completa, publicada en 1836, vendría a sentar las bases de una tauromaquia pautada, revisando la tradición para instaurar un ritual ordenado que se mantendrá hasta el presente. En sus páginas se revela un espíritu intelectual, porque analiza, clasifica y define una nueva estructura para su mejor conocimiento y desarrollo, que alcanza a subalternos, toreros, ganaderos, asentistas o arquitecturas de las plazas. Su hegemonía y autoridad se desprendían de la aparente facilidad de sus acciones. “Con invencible violencia y tranquilidad dio arquitectura a sus bregas, que respondieron siempre a un sentido incomparable de la brillantez y de la eficacia”, como transmite Nestor Luján en su Historia del toreo.

Dignificó definitivamente su profesión, y trazó un vínculo entre el esfuerzo, el valor y la técnica para convertirlo en expresión artística. Fue capaz de superar y aglutinar las dos escuelas anteriores, la seca eficacia de la rondeña de Pedro Romero y los alardes de la sevillana de Pepe Hillo, dando a estos un sentido de utilidad más allá de ser adornos sin sentido práctico para la lidia. Con él llegó una revolución, que algunos expertos en la materia explican porque proviene de una tercera escuela, la gaditana campera, surgida a las afueras de las normas regladas en principio por las Maestranzas de Sevilla y Ronda, impulsoras del espectáculo del toreo a pie.

Fue profundamente profesional en su comportamiento, atento a todas las fases de la lidia, desplegando una actividad incansable. Impuso a su cuadrilla una disciplina orientada a una estrategia en la que cada miembro tiene su función en la preparación del toro para la suerte final. Rescató suertes antiguas y olvidadas como el salto de la garrocha o el trascuerno, e introdujo novedades que se convirtieron en clásicas. Dio categoría y riqueza a los lances y quites de capa y al uso de la muleta, que hasta entonces no estaban tan consideradas. Su influencia alcanzó hasta el traje de luces, que evolucionó a partir de él con elementos de distinción como las borlas o machos, lentejuelas y botones de adorno que influyeron en su suntuosidad, modificó la chaquetilla para una mayor comodidad e introdujo la montera, que se llama así por la huella de su nombre.

Les tauréadors. Montes, 1er. matador d’Espagne. “Voyage en Espagne” de Théophile Gautier (1873). Biblioteca-RMR

Gozó de una inmensa popularidad y reconocimiento, perseguido por artistas, reproducido en grabados, litografías y cuadros, protagonista de ríos de tinta. Ilustres viajeros se desplazaban para seguirlo en sus actuaciones. Merimée, que lo llama César, Teófilo Gautier, Alejandro Dumas, Jean Laurent, el duque de Maille, todos, nacionales y extranjeros fascinados porque con él se evaporaba la áspera sensación de peligro para dar paso a otra percepción de puro goce estético, resultado del axioma que recoge en su Tauromaquia: “Las condiciones indispensables al torero son: valor, ligereza, y un perfecto conocimiento de su profesión: las dos primeras nacen con el individuo, la última se adquiere”.

Nota: Todas estas consideraciones están reunidas y ampliadas por varios autores en el número 21 de la Revista de Estudios Taurinos de Sevilla dedicado a su figura, cuyos artículos se pueden consultar en: https://editorial.us.es/es/revistas/revista-de-estudios-taurinos

Bibliografía

Montes, Francisco (Paquiro) (1994) [1836]: Tauromaquia Completa o sea el Arte de Torear en Plaza, ed. y pról. de Alberto González Troyano, Madrid, Turner.

J. M. Cossío. Los toros. Tratado técnico e histórico, vol. III. Espasa Calpe, Madrid, 1943.

Velázquez y Sánchez. Anales del toreo. Imprenta y ed. Juan Moyano, Sevilla, 1868.

J. Sánchez de Neira. El Toreo. Gran diccionario tauromáquico. Imprenta de Miguel Guijarro, Madrid, 1879 (Turner, Madrid, 1988).

Nestor Luján. Historia del toreo. Ediciones Destino, Barcelona, 1954.

García de Bedoya. Historia del toreo y de las principales ganaderías de España. Madrid, 1850. Publicado por Egartorre Libros, Madrid, 1989.

N. Rivas Santiago. Toreros del romanticismo (anecdotario taurino), pról. de J. Belmonte. Madrid, Aguilar, 1947 (Madrid, Aguilar, 1987).

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