En la sala de la Real Guarnicionería que perteneció a Antonio de Orleans, duque de Montpensier (1824-1890), que se guarda bajo los tendidos de la Plaza de Toros de Ronda, regalo de su padre el rey Luis Felipe de Francia, se cuenta una pieza singular: una silla de montar de la reina Isabel II (1830-1904) que gobernó en España de 1833 hasta 1868 antes de su exilio a París, donde falleció. Era cuñada del duque, que estaba casado con su hermana Luisa Fernanda de Borbón.
Esta montura de amazona, elaborada en piel de cerdo marrón, presenta un bolsillo lateral y el escudo de España (de la época de Carlos III, recuperado por su padre Fernando VII) bordado en relieve, así como el pomo y un delicado estribo en forma de zapatilla con motivos vegetales en pan de oro y plata. Las monturas de amazona tienen un solo estribo debido a la postura en la que cabalgaban, con las piernas orientadas al lado izquierdo, el pie izquierdo en el estribo y la pierna derecha flexionada y apoyada en las cornetas.
Entre los siglos XVI y XVII aparece la corneta fija, y será en el XVIII cuando lo haga la segunda, apéndices que significan la independencia de la amazona para dirigir su caballo, ya que antes se consideraba que montar como los hombres era perjudicial para la fertilidad femenina, y lo hacían de costado. En la Edad Media aparece la jamuga, una silla con brazos y respaldos para mayor comodidad y estabilidad, pero el caballo seguía teniendo que ser guiado por otra persona, la mujer no dejaba de ser una pasajera. Con las cornetas, que se mejoran hacia 1830 con una tercera, el cuerpo de la amazona se orienta en la dirección de la marcha de la cabalgadura y se toman las riendas. En el XIX ya era corriente que las damas de alcurnia practicasen la equitación e incluso participasen en jornadas de caza.